"Abigail entró a otro gran salón, esta vez designado como el comedor. La magnificencia de la sala era impresionante. Sin embargo, lo que realmente la sorprendió fue la vista de una extensa mesa de comedor que parecía ser capaz de acomodar alrededor de 20 personas en cada uno de sus largos lados.
Tallada en madera rica y pulida que brillaba con un barniz protector, la mesa exudaba un aire de elegancia. Adornando su superficie estaban meticulosamente colocados candelabros de bronce, cada uno sosteniendo velas delgadas que se alargaban a intervalos medidos. Estas velas arrojaban un resplandor cálido e íntimo que contrastaba con la vastedad del salón.
Posicionada de manera distintiva en la cabeza de la mesa había una silla dorada resplandeciente, mientras filas de asientos igualmente refinados flanqueaban ambos lados de la mesa, creando una atmósfera de formalidad regia.