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Mientras cabalgábamos hacia los campos, el sol cálido en mi cara y el viento revolviendo mi cabello, no pude evitar sonreír al ver a mi hijo Caeden sentado frente a mí en nuestro confiable caballo, Tuck. Sus ojos brillaban con emoción mientras corríamos a través del extenso terreno, su risa resonaba mientras me animaba a ir más rápido.
—¡Más rápido, mamá, más rápido! —gritaba Caeden, sus pequeñas manos agarrando firmemente las riendas mientras se inclinaba hacia adelante, su alegría era contagiosa. Animé a nuestro caballo, la emoción de la carrera recorría mis venas mientras galopábamos junto a Iván y nuestra hija Cyril. El sonido de los cascos golpeando el suelo llenaba el aire, el mundo era un torbellino de colores mientras corríamos hacia nuestro destino.