En el suelo, un aura opresiva emanaba de una majestosa bestia leonina, que mostraba los dientes y rugía.
Los ojos de la bestia eran extremadamente extraños y llenos de misterio infinito.
¡Era Pequeño Oro!
Pequeño Oro estaba delante de Ye Chen. Una tormenta terrorífica comenzó a reunirse.
Pequeño Oro no había salido en mucho tiempo, pero sabía que Ye Chen estaba en peligro ya que podía ver todo desde dentro del Cementerio Samsara.
Se odiaba a sí mismo por no poder evolucionar a su estado final.
De lo contrario, ¿cómo podría Ye Chen estar tan gravemente herido?
Al ver las cosas llegar a este punto, Pequeño Oro ya no pudo contenerse y corrió hacia fuera.
—Conmigo aquí, nadie puede tocar a mi maestro —dijo de repente mientras miraba a todos con sus ojos fríos.
—Si quieres tocarlo, ¡tendrás que pasar sobre mi cadáver!
Pequeño Oro miró a Ye Chen, quien estaba cubierto de sangre. Su intención de matar y su aura antigua se intensificaron.