—He estado esperando durante horas, hermana. Deberías compensarme con algo —dijo Erin.
Kate apretó su bolsa mientras trataba de reunir suficiente fuerza y autocontrol para no arañar accidentalmente la cara de su perra de hermana.
Tomó un respiro profundo y caminó hacia el lado de su escritorio. Se puso justo al lado de Erin, quien estaba recostada cómodamente en su silla ejecutiva. —Ese es mi asiento. Bájate.
—¿Eh? ¿Bajarme? —Erin sonrió con desdén.
Puso los pies en el escritorio y se inclinó para poner más peso en su espalda, hundiéndose más en el asiento. —Es solo una silla, ¿por qué eres tan mezquina?
—... —Kate se quedó en silencio por un momento. No quería pelear por algo tan estúpido como una silla, así que decidió cambiar de tema antes de que sus discusiones empeoraran y Erin decidiera amenazarla nuevamente con el débil corazón de su madre. —¿Por qué estás aquí? ¿Qué quieres?