—Se suponía que debía desearte un buen día, Señor, pero mejor no —dije, mirando la pistola que él apuntaba en mi dirección.
—Maldita sea, deberías hacerlo —Peterson dijo sin apartar la pistola de mi dirección.
Tomé un respiro profundo antes de acercarme a Peterson.
Sabía que estaba furioso conmigo, y con razón. Su prometida lo había dejado por una mentira que le había contado. Inventé una historia sobre nosotros estando en una relación, y ella lo creyó. Pero ahora la verdad estaba al descubierto, y Peterson estaba comprensiblemente molesto.
—Mira, Peterson, sé que estás enojado conmigo —comencé, tratando de mantener mi tono uniforme—. Pero quiero que sepas que matarme no resolverá tus problemas.
—Pero eliminaría al que lo causó —escupió amargamente, sus ojos duros y amenazantes mientras se posaban sobre mí.
Tomando un respiro profundo, levanté mis brazos al aire. —Puedo hablar con tu prometida y decirle la verdad.