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28.57% La chica de las flores: Una vida por una vida / Chapter 2: Capítulo I

Capítulo 2: Capítulo I

Alma era la hija primogénita de los reyes del reino de Bórtur. Había vivido toda su vida en el castillo de su familia, sin apenas poder salir ni relacionarse con más personas que su familia o los trabajadores del castillo, puesto que su reino siempre estaba continuamente en guerra con su vecino, el reino de Turion, su gran enemigo desde siempre.

El castillo del reino de Bórtur era como una gran fortaleza de piedra. Tenía los torreones muy altos y era de gran tamaño, demasiado grande para las pocas personas que vivían allí. Se encontraba a las afueras del reino de Bórtur, justo al lado de la frontera de Turion. Los barrios más cercanos al castillo se consideraban la zona rica de Bórtur, ya que en ellos vivían los hombres más nobles y sus familias; mientras que en los barrios más alejados vivían las familias más pobres. Alma desconocía la existencia de tanta pobreza en su reino, ya que no había visitado esos barrios jamás.

Dos años atrás, los reyes de Bórtur y de Turion firmaron un tratado de paz y hubo una tregua entre los reinos. Durante esos dos años los conflictos y las guerras parecían haber cesado, lo que hacía la vida más apacible y no tan peligrosa. Eso benefició a la princesa, ya que le dieron permiso para poder salir más a menudo, lo que le permitía ir a la gran pradera llena de hierba y de innumerables flores de diferentes colores que había justo al lado de su casa. En el centro de esa pradera había una gran valla de madera de roble, qué marcaba el límite entre reinos. Años atrás, ese lugar había sido el más peligroso de todos, puesto que ambos reinos creían esa parte del territorio de su propiedad, pero desde la firma del tratado y el reparto de tierras ya no había peligro alguno, así que como la princesa amaba las flores, le encantaba ir a esa pradera.

Un día, la princesa Alma se encontraba cerca de la valla, cuando vió al otro lado a unos jóvenes que estaban peleando con sus espadas. Era un entrenamiento de aspirantes a caballero para servir al reino de Turion. Eran chicos jóvenes de más o menos su edad, que peleaban arduamente los unos con los otros para conseguir el puesto de caballero. Le llamó la atención uno de los aspirantes a caballero; era alto y fuerte, tenía el pelo castaño claro y unos ojos claros preciosos aunque no podía distinguir bien el color de sus ojos desde la distancia. Alma pensó que era el chico más atractivo que ella había visto nunca, así que memorizó los horarios de entrenamiento de los jóvenes para poder ir a verlo todos los días. Estuvo varios días espiándolo desde la distancia, hasta que un día dos de los aspirantes a caballero la descubrieron observándolos y la atraparon. Entre ambos la condujeron hasta la parte de la pradera perteneciente al reino de Turion, obligándola a cruzar la valla al otro lado.

— Oh, mira Belami, tenemos aquí a una joven noble del reino de Bórtur— dijo el joven que la sujetaba de ambos brazos, un chico rubio de ojos azules bastante atractivo—. ¿Qué hacías espiándonos?

Alma no quiso contestar, por un lado sentía vergüenza al haber sido descubierta espiándolos, aunque también sentía algo de miedo, pues no sabía cuáles serían las intenciones de aquellos jóvenes aspirantes a caballero.

— Felipe, ¿Cómo sabes que proviene de una familia noble?— preguntó Belami, un chico de cabello moreno y de ojos oscuros, algo más bajo que Felipe.

— Por el velo blanco que tapa su rostro, solo las doncellas de familias nobles lo llevan…

— ¡Soltadme! Si no me soltáis gritaré y llamaré a mis guardias. ¡No sabéis con quién estáis tratando!— les gritó la princesa a la vez que forcejeaba con Felipe para que la soltara—. ¡Soy la princesa Alma del reino de Bórtur y si mi padre se entera de esto sufriréis graves consecuencias!

Ambos se rieron, no debían de creer las palabras de la princesa, puesto que para ir a la pradera llevaba un sencillo vestido verde claro y tampoco llevaba la tiara de princesa.

— ¿Qué estáis haciendo? ¡Dejad en paz a la doncella!— gritó el atractivo joven que tenía enamorada a Alma mientras se acercaba hacia ellos.

— Está bien— dijo Felipe poniendo los ojos en blanco y dejando libre a Alma. Después se dirigió hacia ella y le hizo una exagerada reverencia— Disculpadme su alteza, no volverá a ocurrir algo así, dónde quedan mis modales…— se burló Felipe, después le guiñó un ojo y se fue.

Felipe y Belami se alejaron de donde se encontraba la princesa y le dijeron algo al atractivo joven, que Alma no pudo oír. Él se acercó hacia donde estaba ella y le dedicó una gentil sonrisa.

— Disculpadlos, sólo querían molestaros, pero ellos jamás os harían ningún daño, no son malas personas…— le dijo.

— Os lo agradezco de veras, gracias a vos me han dejado en paz— le dijo Alma tímidamente. Le miró a los ojos, los tenía de un color azul intenso, eran preciosos como todo lo demás que había en él; para Alma aquel caballero era el chico perfecto.

— Ha sido un placer. Ahora, si me disculpáis, debo seguir con mi entrenamiento. Que tengáis un espléndido día, princesa— le dijo con una sonrisa juguetona, después se fue a proseguir con su entrenamiento.

La princesa Alma atravesó la valla y volvió al castillo. Después de haberlo visto tan de cerca y de haberlo conocido, se había enamorado todavía más de aquel joven. Estuvo viéndolo desde la distancia durante varios meses, hasta que un día, aquel joven dejó de ir a entrenar y Alma dejó de ver a su amado. Pensó que él se habría convertido en caballero y que por eso ya no iba a los entrenamientos para aspirantes a caballero. Eso dejó a Alma con el corazón roto; estaba destrozada.

Pasaron los días, pero ella no lograba olvidarse de él. Así que, después de mucho meditarlo, decidió que iría a buscarlo. Aunque lo tenía muy difícil el poder escapar del castillo, pensó que lo más conveniente sería pedir ayuda a sus sirvientas de confianza. Esperaba que accedieran a ayudarla para no tener que ir sola al reino enemigo, ya que no lo conocía, pero eso no la iba a hacer cambiar de opinión; no se iba a rendir tan fácilmente.

— Por favor, Amelia, ¡tenéis que ayudarme!— le suplicó la princesa a una de sus sirvientas, que se había negado a ayudarla a llevar a cabo su plan, ya que le parecía una locura.

— Princesa, lo siento, ya sabéis que haría cualquier cosa por vos, pero no algo que ponga en riesgo vuestra vida…

— Amelia tiene razón, ¡es una locura!— le decía Camila, otra de sus sirvientas—. No podéis ir al reino enemigo, a pesar del tratado hay mucha gente que odia a vuestra familia…

— ¡Es un plan perfecto! Vosotras podéis hacer turnos para haceros pasar por mi, ya que las dos tenéis los ojos verdes y el pelo castaño, como yo. Con el velo blanco tapando vuestro rostro nadie os reconocerá…

— ¿Y dejaros ir sola? ¡Ni muerta!— se escandalizó Camila.

— No iría sola, Elvira me acompañará… ¿Verdad que harás eso por mí, querida Elvira?— dijo Alma dirigiéndose a una chica pelirroja que le evitaba la mirada, ya que la princesa le ponía ojos de no haber roto en su vida un plato.

— ¡Esta bien!— dijo Elvira finalmente con tono apesadumbrado—. Os acompañaré, pero solo por esta vez, ¿de acuerdo?

— ¡Sí! No sabéis lo agradecida que os estoy, no sé qué haría sin vosotras…— les dijo la princesa, a la vez que abrazaba a las tres jóvenes sirvientas.

Al día siguiente, pusieron en marcha el plan de la princesa. Amelia y Camila se quedaron en su habitación para hacerse pasar por ella, mientras, la princesa y Elvira se vistieron con ropas muy sencillas para parecer campesinas; unos sencillos vestidos de color marrón claro con un mandil blanco y unos zapatos de piel marrones. La princesa, muy a su pesar, se quitó el velo, ya que en el reino de Turion las mujeres no cubrían su rostro; ella se sentía extraña al caminar por la calle sin el velo, ya que lo había llevado durante casi seis años, desde que cumplió los doce años, pero se acostumbró pronto a ello. Alma se había llevado una cesta de mimbre llena de flores para hacerse pasar por vendedoras de flores en Turion, para no levantar sospechas.

Después de salir de los terrenos del castillo sin problemas, atravesaron también la pradera de las flores y, finalmente, cruzaron la valla. Se encontraban en el reino de Turion y pronto la princesa Alma por fin volvería a ver a su amado.


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