Mientras Nephis dirigía el queche hacia el muro de oscuridad, Sunny tuvo tiempo para prepararse mentalmente para la ardua lucha que les esperaba. También tuvo tiempo para observar a Ananke más de cerca.
Lo que vio… no auguraba nada bueno.
A pesar de ser adulta —y alguien con cientos de años de edad, además— la sacerdotisa había recuperado el cuerpo de una niña pequeña. Mirando su apariencia juvenil, era difícil recordar lo antigua, decrépita y frágil que había sido una vez, cuando la conocieron en el lejano futuro.
Pero el cambio no era exactamente benévolo. A pesar de estar llena de vitalidad, Ananke se había debilitado mucho evidentemente. Su cuerpo inmaduro no era tan fuerte ni físicamente capaz como lo había sido antes... pero, peor aún, las diferencias eran más profundas que eso.