Podían sentir incluso la respiración del otro.
En ese momento, Jeanne cerró los ojos y pensó: «Entre hombres y mujeres, marido y mujer... la ausencia debería hacer crecer el afecto en el corazón».
Sin embargo, el beso que había imaginado no ocurrió.
Solo pudo sentir la mano de Edward sosteniendo la suya y quitándole el arma de la mano.
Los dedos de Jeanne se crisparon. Luego, abrió los ojos y miró de cerca el guapo rostro de Edward.
—Este tipo de cosas no debería existir entre los dos —dijo él.
Al siguiente segundo, vio a Edward lanzar el arma en su cama en un movimiento parabólico.
—Está bien —dijo Jeanne.
Luego de eso, extendió los brazos y rodeó el cuello de Edward con ellos.
Edward seguía mirándola fijamente.
—He dormido contigo tantas veces, pero no creo haber tomado nunca la iniciativa —dijo ella.
Edward se rió entre dientes y dijo:
—Temo que huyas después, así que...
—¿Así que? —Jeanne levantó las cejas.
—Solo te estoy invitando a cenar —respondió Edward.