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—¿Puede darme algunos bocadillos? —pidió el Sr. Harison, su voz haciéndose más profunda que antes por la lujuria.
—La lengua de Ella tropezó buscando palabras mientras dudaba en seguir su orden. —P-por supuesto, señor. P-por favor, deme un momento. Iré a cambiarme de ropa.
—La siniestra sonrisa del Sr. Harison se extendió por su cara. —Me estás pidiendo que te espere —se burló, sus ojos recorriendo el cuerpo de Ella—. ¿Tienes esa audacia?
—El miedo de Ella aumentó a medida que el Sr. Harison avanzaba hacia ella, su presencia asfixiante. Luchó por encontrar su voz, su mente buscando maneras de escapar.
—N-no, yo... lo siento, señor —logró decir, su voz temblorosa—. Le daré algo de comer.
Sin esperar una respuesta, Ella se retiró apresuradamente a la cocina, desesperada por escapar de su presencia ominosa. Sin embargo, su alivio fue efímero, ya que la voz del Sr. Harison rompió el silencio.
—Espera justo ahí.