Abigail estaba feliz de tener un teléfono. Estaba especialmente impresionada por la rapidez con la que él había conseguido un teléfono para ella. Mientras lo sostenía en la mano, su mente se llenó de sospechas. Alzó la mirada hacia él, escéptica.
—¿Hay algo en este teléfono? —preguntó.
—¿Perdón?
—¿Le metiste algo para escuchar mis llamadas o vigilarme?
Lance, sorprendido por la acusación, sintió un destello de ofensa por la falta de confianza de ella.
—Señorita Barbe, le aseguro que no hay nada en este teléfono —respondió con sinceridad, su voz teñida de un ligero toque de decepción—. Jamás violaría su privacidad ni comprometería su confianza.
El escepticismo de Abigail vaciló, pero la semilla de la duda seguía en su interior. Insistió, con sus ojos buscando en su rostro alguna señal de engaño.
—¿Y mi padre... Le dijiste algo sobre este teléfono? —preguntó, con voz que revelaba su incertidumbre.