—¿Qué era eso? —Cielo nunca había sentido un toque como ese antes. —Sus fríos dedos alrededor de su tobillo enviaron una cálida sensación de hormigueo en su pierna, de una manera que nunca había sentido antes. —Había sentido su piel contra la suya, tanto que podía decir la textura y la temperatura exacta. —Era extraño y aterrador.
Zamiel esperó pacientemente a que ella respondiera.
—No, solo que… tus manos están frías. —Respondió, extendiendo su pierna de nuevo.
—Suelen estar frías. ¿Te molesta? —Preguntó.
—No, no. —Ella negó con la cabeza con una sonrisa.
Él asintió y luego alcanzó su pierna nuevamente. —Esta vez, la tocó aún más suavemente. —¿Está menos frío ahora? —Preguntó.
—Sí, —el agua caliente hizo que sus manos estuvieran menos frías que al principio, aunque eso no era lo que la había sorprendido.