Mientras Zarin se sacudía, sintió la presencia de su padre. Levantó la mirada y encontró a su padre de pie con las manos detrás de la espalda y una expresión en su rostro que hizo que el corazón de Zarin se apretara en su pecho.
Aunque estaban afuera, parecía que no había aire para respirar. Zarin volvió a sentir náuseas. Sentía principalmente pena y culpa hacia su padre. Nunca había sido justo con él.
—Padre. —Podía escuchar el ligero temblor en su tono.
—Zarin. —Su padre dijo su nombre como de costumbre—. Ni más suave, ni más frío. Casi como si hubiera estado allí todo el tiempo y nunca se hubiera ido.
Antes odiaba la voz calmada pero resuelta de su padre. La voz de un hombre seguro y responsable. La voz de un líder. La voz de su padre, de la cual debería haber estado orgulloso.
Vacilante, se acercó a él. —Padre, he vuelto. —Dijo, sintiendo vergüenza.
«Si aceptas que vuelva.» Pensó.