—Zamiel. Heaven intentó llamar al Zamiel que conocía porque este no era él.
Él siguió mirándola, ahora las tormentas en sus ojos regresando. Estaba enojado de nuevo.
—Los apuñalaste. Tú... apuñalaste a un niño varias veces.
—Lo siento —dijo Heaven—. Incluso si fue un sueño, se sintió real para él y debe haber sido horrible ver a la mujer que amaba apuñalar a su familia hasta la muerte.
Él cerró los ojos con fuerza y sus manos se apretaron en puños.
—No te disculpes —dijo—. No es tu culpa. Es mía.
Abriendo los ojos, se apartó de ella y volvió a la cama. Se sentó y enterró su rostro en sus manos.
Heaven se quedó allí un rato, mirando a este hombre atribulado. No sabía qué hacer. Todavía estaba confundida.
Cuidadosamente se acercó a él, y como si le tuviera miedo por su cercanía, él levantó la vista rápidamente. Heaven se detuvo.
—Probablemente tengas mucho que hacer. No quiero distraerte —dijo, su voz volviendo a una que ella reconocía, pero su cambio repentino la confundía.