Alrededor del planeta, la presión de la energía original que fue liberada comenzaba a disminuir un poco. La gente encontraba más fácil moverse ya que toda la energía parecía estar concentrándose de nuevo en un solo lugar, el corazón de donde se llevaba a cabo la batalla.
Aun así, de vez en cuando todavía se enviaban ondas de choque de energía. La mejor manera de lidiar con ellas era que Edvard usara su propia aura de sangre para detener el ataque.
—Quinn, parece que estás resistiendo. Dije que haría esto por ti, y así lo haré.—
Edvard estaba parado frente al gran edificio gubernamental construido por los Namriks y no perdió tiempo al irrumpir por las puertas y comenzar a correr hacia adentro.
Estaban en el último piso antes y subir las escaleras sería más rápido que tomar el ascensor. Edvard corría tan rápido como podía, subiendo un piso tras otro, pero no sin preocuparse y con pensamientos corriendo por su cabeza.