Esta vez, cuando Quinn había entrado en la habitación, no lo había hecho usando sus poderes de sombra, pero lo que quizás era aún peor, era el hecho de que había traído algunos invitados con él.
Al mirar las puertas, Edvard sólo podía imaginar lo que Quinn había hecho tal vez para llegar hasta aquí, y sólo con la intimidante mirada, podía decir que estaba más que furioso. Había una sed de sangre que se podía ver en sus ojos que era similar a la de un chupasangre enloquecido.
—Quinn, espera un segundo. —Dijo Edvard, levantándose e intentando andar con cuidado—. He logrado deshacerme de ese asunto de antes. Todo está bien, el asentamiento está en una pieza, piensa cuidadosamente en lo que estás haciendo.
Al mirar a los vampiros, Edvard no reconoció a ninguno de ellos. La buena noticia era que al menos no eran vampiros de alto rango y nadie los buscaría pronto.