Fue una sensación extraña para Quinn y no sabía cómo deshacerse de ella. Su cabeza estaba presionada contra la superficie fría de la barra similar al mármol, pero parecía que cuanto más mantenía la cabeza quieta, más giraba.
Sin embargo, sus oídos estaban funcionando bien, tal vez demasiado bien, ya que el eco del sonido de los tacones altos contra el suelo resonaba en su cabeza.
—Por favor, ¿podría alguien simplemente apagar eso? —Quinn murmuró.
Por alguna razón, como ya había una tercera bebida frente a él y porque no quería desperdiciarla, se la tragó también, lo que solo hizo que su situación pasara de mal a peor.
—Oh, pensé que serías más caballero. No me di cuenta de que eras tan grosero. —dijo la voz.
Desde la esquina de su ojo, Quinn pudo ver el brillante cabello rojo claro que había visto antes. Era la mujer que se había aferrado a él y casi lo había hecho comer por aquel pez gigante.
—Habría intervenido si hubiera intentado comerte. —Dijo la voz.