Desde el segundo en que los tres se bajaron de su nave y habían ingresado en la bahía de atraque de Bertha, Quinn había podido notar que algo estaba pasando. Desde la persona que había sido asignada para darles la bienvenida, hasta la cantidad excesiva de personas que habían venido a escoltarlos, no fue difícil de notar.
Sus ojos habían estado constantemente observando nerviosos el entorno, sus latidos del corazón habían sido frenéticos y, por último, todos ellos, como vampiros, habían notado la sangre almacenada en el techo.
—Tal como dijo Eno, si decidían echarnos un montón de sangre, eso significa que saben algo.— Pensó Quinn.
Al mismo tiempo, Sam estaba mirando a los hombres que ahora estaban detrás de ellos, y aunque aún no habían sacado sus armas, sus dedos se movían nerviosos mientras los observaban por cualquier movimiento repentino.
—¡Vamos, esto es lo que ustedes están buscando! ¿¡No!?— Gritó Innu, sonriendo como un loco.