En una tierra abierta donde el suelo era de un rojo hierro, las estructuras que se habían construido parecían destruidas por todas partes. No quedaba más que escombros. Sin embargo, una sola se alzaba alta y fuerte en medio de todas ellas. Una torre más grande que cualquier otra en toda la zona. La torre en sí tenía exactamente cien pisos y, abajo, en el fondo, se podía escuchar el sonido de la pelea y más.
Y en la cima, encima de la torre en sí, mirando hacia abajo todo a su alrededor, dos hombres estaban sentados.
—Realmente les gusta pelear, ¿verdad? —Dijo Arthur.
—Por supuesto, está en su naturaleza, no puedes detenerlo, deberías saberlo ya. Pero me interesas más tú. ¿Estás seguro de tu decisión? Has pasado suficiente tiempo pensando en ello, y no quiero que te arrepientas de tus acciones como antes. —Dijo el hombre a su lado.
Apretando su puño, la espada en la espalda de Arthur comenzó a vibrar.
—Estoy seguro. —Respondió Arthur— ¿Crees que todo irá bien por tu parte?