Plata, Leo y Nate habían estado siguiendo a Ham durante un tiempo, la verdad era que cuando Quinn había llamado por última vez, Nate no fue completamente sincero acerca de la situación en la que se encontraban. Era cierto que Ham había reconocido el camino por el que había venido y se dirigían hacia esa dirección, pero la razón por la que avanzaban lentamente se debía principalmente a los frecuentes descansos que Ham tomaba.
—¡Ni siquiera te importa tu amo en absoluto! —Nate se quejó en voz alta—. ¡Esta es la quinta vez que nos detenemos por tu culpa!
El grupo estaba esperando junto a una gran roca a lo largo de un río. Ham estaba acostado sobre ella, de espaldas, con la barriga hacia arriba.
—¡Claro que me importa! —Ham gritó de vuelta—. ¿Pero quieres que me canse como lo hice antes? Y si me desmayo, ¿qué pasa entonces, entonces no tendremos forma de encontrarlos.