Jadeante y resoplando, Quinn estaba cubierto de sudor. Estaba de pie en un suelo negro, que tenía varias fisuras recorriéndolo. El sonido del vapor caliente se escuchaba brotando por detrás de él. Al darse la vuelta para echar un vistazo, pudo ver el vapor caliente evaporándose de las fisuras en el aire.
En el suelo yacía una bestia de roca con una extraña energía roja brillante a través de su cuerpo que lentamente comenzó a desvanecerse.
—Ese fue un poco más difícil de lo que pensé —Quinn inclinó la cabeza hacia atrás para dejar caer el sudor en la frente y sacó el frasco para tomar un pequeño sorbo. Era imprescindible.
Había estado esforzándose demasiado, yendo de una bestia de nivel emperador a la siguiente, y había cometido el error fatal de sobreestimar sus propias fuerzas. Pensó que todavía tenía suficiente energía para seguir luchando contra otra.