—Entonces, déjame entender esto. Lith todavía dudaba de las palabras de Vickas.
—¿Entre el grupo de traidores que está intentando sabotear el trabajo de la Reina, hay alguien que los lleva de la nariz mientras preparaba esta plaga?
Vickas asintió, sus ojos siempre fijos en el ejército de bocas a milímetros de distancia de su carne sangrante.
—¿Qué quiere este cerebro? ¿Cuál es el objetivo final? Un zombi levantó la cabeza de Vickas por la barbilla, obligándolo a mirar a Lith a los ojos.
—No lo sé. Chilló. La mano que lo sostenía era blanda y pegajosa, secretando fluidos de descomposición con cada movimiento. El olor pútrido le habría hecho vomitar de no haber tenido nada más que bilis en el estómago.
—Entonces, ¿cómo es que sabes tanto acerca de tus amigos y sus maestros? Me parece una mentira conveniente.