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9.09% LUNA LLENA (GAY) / Chapter 2: Primer día.

Capítulo 2: Primer día.

Narra Liam

En el momento que abrí mis ojos me olvidé por completo de mi sueño, estoy seguro de que algo me despertó y no por el hecho de tener una pesadilla.

—¡Aúúúúúúúúúúúúúúú…!

¿Será posible? —pensé.

Rápidamente me levanté de mi cama y salí de mi habitación en boxers para bajar las escaleras sin hacer el mayor ruido posible, una vez estando en el primer piso salí por la puerta trasera de casa, cerrándola detrás de mí y di varios pasos hacia adelante.

Frente a mí, a tan solo cinco metros de distancia o incluso más, se encuentra un muro de dos metros y medio de altura, hecho de cemento y piedra sólida. Giré mi cabeza hacia los lados y como si lo hubiese convocado, el aullido se hizo un poco más agudo, pero esta vez era un poco... distinto al anterior.

Volteé mi cabeza en dirección de dónde provenía ese sonido y di algunos pasos hasta toparme con la cerca que dividía el territorio de mi casa y de mi vecino. Al momento de tocar la cerca de madera, la mascota de mi vecino comenzó a ladrar y una habitación del segundo piso se iluminó poco después.

El perro no se detenía, seguía ladrando sin parar y con ello creando un alboroto por toda la zona, rápidamente le mostré el brillo de mis ojos para que no siguiera haciendo ruido o despertará a mis tíos y al vecindario; este se calló al instante después de observar el resplandor dorado de mis ojos.

Este resplandor era destinado a los Hombres Lobo, los cuales no han asesinado a ninguna persona inocente, de no ser así y en caso de cometer un asesinado el brillo dorado será reemplazado por el peculiar brillo azul.

Volví a la realidad cuando escuché pasos desde el interior de la casa.

Liam, ¡corre! —me dijo mi conciencia.

Corrí hacia la puerta trasera para entrar a mi casa e irme a mi habitación, pero por mi mala suerte la puerta tenía seguro.

—Soy un maldito idiota —me golpeé la frente con una de mis manos, arrepentido de lo que hice—. Literalmente cerré la puerta antes de salir —dije para mi mismo.

—¿Qué sucede, Firus? —escuché de nuevo aquella dulce voz y quité mi mano de mi frente.

Era ese chico de nuevo.

Me di la vuelta para echar un vistazo de reojo y lo vi sin ser descubierto por él mismo. Llevaba puesto un gran abrigo con capucha que lo protegía del frío y parecía tan... encantador. Tenía una apariencia tan adorable como la de un oso.

Liam... ¿Qué estás haciendo? —mi conciencia una vez más me ayudó a volver a la realidad—. ¡Date prisa!

El destino no parecía ayudarme demasiado, pues el sol ya estaba saliendo del otro lado de las montañas nevadas y el exterior comenzó a iluminarse, no podía permitir que me vea en estas condiciones o sospechara de mí; ni siquiera había un lugar donde pudiera ocultarme.

—¿Por qué miras hacia allá? —volvió a hablar y mis nervios aumentaban, ni siquiera quería girar hacia él para que no mirara mi rostro, si es que ya tenía su mirada fija en mi.

Demonios —pensé. Lo siento tío, pero tendré que derribar la puerta. Espero que me perdones.

—Aquí voy. Uno, dos… y…

Y como si hubiese llamado a mi tío por telepatía, abrió la puerta antes de decir 'tres' y echarla abajo.

—¿Así que eras tú el que estaba haciendo este alboroto? —me observó—. ¿Qué haces aquí afuera y... casi desnudo? —arrugó su frente.

—Tío... —inmediatamente entré y caí al suelo al tropezar con mis pies.

Mi respiración era muy agitada, todo gracias a la adrenalina que experimenté en ese momento.

—Cierra la puerta —le pedí y no dudó en hacerlo.

—Liam —nuestras miradas se cruzaron—, ¿puedes explicarte? ¿Qué pasa? —dijo en un tono serio, esa mirada fulminante comenzó a darme miedo.

Mi respiración seguía agitada. No sé por qué me sentía así si esta no era la primera vez que me sucedía algo similar. En México mi antiguo vecino me miró a mitad de la noche completamente desnudo y llamó a la policía al notar que mis ojos estaban brillando.

Pensó que era un fantasma y que quería poseerlo, pero por mi suerte y para su mala suerte la policía pensó que estaba loco.

—Sigo esperando —se cruzó de brazos y comenzó a mover la punta de su pie izquierdo de arriba hacia abajo.

Me levanté del piso y tomé una bocanada de aire.

—Escuché un aullido hace unos minutos de alguien pidiendo ayuda y fui a investigar, pero el perro de al lado notó mi presencia y comenzó a ladrar —hice una pausa para respirar—. Y después el vecino salió a investigar qué era lo que sucedía.

—Liam... —inhaló y exhaló para mantener la calma—. Esa no es justificación para salir de casa en… —miró mi cuerpo— En boxers. Primero debiste vestirte antes de salir —me regañó—. ¿Qué tal si logro verte en... calzoncillos?

—Pero no lo hizo —o eso espero. En realidad espero que así haya sido—. Sé que cometí un error, discúlpame pero fue un instinto —bufó—. ¿Estás molesto? —le lancé una mirada de un niño inocente y él negó.

—No y no hagas eso, me asusta —solté una pequeña risa—, pero no le cuentes nada de esto a tu tía, sube a tu habitación para que puedas vestirte y sin hacer ruido, ya está por despertar.

—Está bien, gracias...

Me dirigí a las escaleras para regresar a mi habitación y tomé una ducha corta de apenas unos minutos. Hoy llevo unos pantalones de mezclilla gruesos y una playera de manga larga debajo de un suéter de lana gruesa. Encima de esto llevo un abrigo largo y acolchado, con una capucha, en mis pies llevo unos botines y una bufanda gruesa alrededor del cuello.

—¿Te llevo en el auto? —preguntó mi tía cuando estaba a punto de salir por la puerta principal.

—No, gracias —respondí con dulzura y giré mi cabeza hacia ella—, no hay problema si camino. Así puedo conocer más este lugar —sonreí.

—Está bien. Buena suerte, Liam.

—Nos vemos —crucé el marco de la puerta y cerré ésta detrás de mí—. Aquí voy —lancé un suspiro.

Caminé por la acera, recuerdo que el colegio estaba a solo unas cuantas calles de distancia, alrededor de quince si mal no recuerdo. En ese momento, noté a tres chicos con abrigos enormes y mochilas en sus espaldas caminando unas tres calles delante de mí: una mujer y dos hombres. Parecían tener una relación estrecha, hablando y bromeando el uno con el otro con gran confianza.

En ese instante recordé algo de suma importancia.

—Mi mochila —me detuve en seco y abrí mis ojos de golpe; mirando a la nada y me eché a correr en dirección a casa.

Cuando miré la vivienda pude notar que mi tía parece estar esperando a alguien en el marco de la puerta, cuando notó mi presencia comenzó a girar su cabeza hacia los lados y con una de sus manos alzó una mochila en el aire: mi mochila.

—Ay, Liam —rodó los ojos y suspiró.

—La olvidé —sonreí inocentemente y me acerqué a ella para tomarla.

—No hace falta que lo digas —me la entregó—. Corre, se te hará tarde.

—Si, gracias… adiós.

Retomé mi camino ahora con mi mochila en mi espalda hasta llegar al colegio, cuando llegué me sorprendí mucho al observar un solo edificio y no muchos como en los colegios en México, pero este era sin duda la combinación de todos ellos juntos.

Me dispuse a cruzar la puerta y frente a mi se encontraba un largo pasillo con lockers en cada pared de este, también con puertas y más pasillos pequeños a los costados.

El perfume de varios adolescentes caminando por el pasillo confundió mi olfato, siéndome imposible percibir el aroma de Hombres Lobo en el colegio; si es que hay alguno rondando cerca de aquí.

—Buenos días —giré mi cabeza para ver a aquella persona—, ¿usted es el joven Liam Sanders? —preguntó un señor mucho más alto que yo, parecía tener unos cuarenta y tantos años.

—Si, soy yo —le respondí, girando mi cuerpo hacia él.

—Espere un momento aquí por favor.

Cuando aquella persona amable cruzó la puerta de una habitación, el sonido de la campana hizo un eco por todo el pasillo obligándome a cubrir mis oídos con ambas manos, poco después se detuvo y todos los alumnos se marcharon a sus clases.

—¿Está listo? —me preguntó otro docente.

—Si…

—Por aquí, por favor —pasó por delante de mí y lo seguí.

Me guió hacia mi primera clase del día y nos detuvimos justamente en la quinta puerta del pasillo, en ese momento aproveché para pasar mi mochila sobre mi hombro derecho y metí la otra mano en el bolsillo de mi abrigo. Los estudiantes estaban sentados y prestando atención al maestro, pero giraron su mirada hacia mi cuando escucharon golpear la puerta y me vieron entrar al salón de clase.

Permanecí de pie junto a la persona que me guió hasta aquí, ambos a un lado de la pizarra; todos tenían su mirada fija en mí con una mirada seria, algunas chicas tenían una sonrisa dibujada en sus rostros y otras no. Los que estaban hasta el final del salón de clases me miraban de una manera más extraña que el resto; supongo que son los que se hacen llamar populares… o estudiantes adinerados.

—Está lindo...

—Otro perdedor.

—Me gusta.

—Es atractivo...

Esos fueron los únicos murmurios que logré percibir.

Así se debe de sentir cuando es tu primer día de clases en otro instituto —pensé. A unos les agrada tu presencia y a otros no.

—Otro idiota —volteé hacia esa persona frunciendo el ceño. Era un chico.

Este notó que lo escuché y se puso nervioso cuando lo fulminé con mi mirada, poco después el profesor se aclaró la garganta para hablar.

—Buenos días... Quiero presentarles a Liam —giró su mirada hacia mí con el fin de que me presentara frente a toda la clase.

—Buenos días.... Mi nombre es Liam Sanders, tengo 17 años y soy de México —comencé a ver el rostro de todos, uno por uno mientras hablaba—, me mudé a esta ciudad para una mejor vida económica. Actualmente vivo con mis tíos, ellos se han hecho cargo de mí y la he pasado bien con ellos —hice una pausa para pensar en lo que diría a continuación—. Son como unos padres para mí —terminé por decir—. Me gustaría decirles más pero no soy una persona a la que le gusta hablar mucho de su vida privada. Lo siento.

—Gracias, Liam —apartó su mirada de mi para observar a los estudiantes—. Espero que lo consideren un miembro más en este grupo —les dijo a todos.

—A partir de ahora trabajarás con Matthew —respondió el profesor, haciendo que girara mi cabeza hacia él—. Él será tu nuevo compañero de trabajo.

—¿Quién es... Matthew? —pregunté con la esperanza de que aquella persona levantara su mano, pero no lo hizo.

—El chico de la capucha —dijo una chica de cabello castaño, sentada frente a mí.

Lo fui buscando con mi mirada hasta encontrarlo, estaba en el tercer asiento de la primera fila ubicada al lado de la ventana.

—Gracias —le dije y me fui.

Por suerte detrás de él había un asiento vacío y me dirigí allí. De todos los alumnos, el tal Matthew es el único al que no pude ver su rostro, ya que tenía la capucha de su abrigo y se encontraba cabizbajo; haciendo garabatos en una hoja de su libreta con un lápiz.

—¿Tú eres —me detuve frente a él— Matthew? —levantó la mirada y nuestros ojos se encontraron.

Asintió mientras sus mejillas se tornaban rojizas.

No puede ser. Era él… El chico que vive al lado de mi casa.


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