Jordan era como un dios que descendía al mundo de los mortales al bajar del cielo. Afortunadamente, los hombres y mujeres del barrio estaban absortos en sus actividades amorosas, por lo que nadie se dio cuenta de esta impactante escena.
En el momento en que Jordan aterrizó, los dos bandos dejaron de moverse inmediatamente.
Jordan miró a Shaun de forma dominante.
—Shaun, eres muy atrevido. ¿Te atreves a matar a mi gente en Orlando?
Shaun sonrió.
—¿Me atrevería a tocar a los hombres de Deidad? Solo trataba de darles un incentivo para que bajaran. Ahora que tu mujer y tu hijo están a salvo, podemos enviarlos a un lugar seguro y secreto. Entonces, regresemos. No pierdas más tiempo.
Jordan dijo con enfado:
—¡Mi tiempo no lo dictas tú!
Shaun se cruzó de brazos.
—Por supuesto, depende de ti. No tengo ningún problema con el tiempo que quieras retrasar. Solo temo que la señora Lauren se sienta cada vez más aburrida y frustrada.