La cara de Ryan palideció al instante. Sin embargo, todos los invitados al banquete le miraban fijamente, sobre todo la bella Victoria, que estaba a su lado.
«No puedo entrar en pánico. No puedo dejar que noten algo sospechoso», pensó.
Forzó una sonrisa y respondió: —Jaja, gracias señor Willis. Le dije que teníamos una buena relación y que definitivamente continuaríamos con la cooperación. Ya he preparado la cuota de renovación para esta ronda. He preparado un millón de dólares.
—Lo siento, Sr. Dunn, nuestra empresa ha enviado a alguien de la sede central para hacerse cargo de Ubereats en Orlando. Ya no necesitamos un gerente general —recalcó James.
El corazón de Ryan se llenó de desesperación, pero seguía riendo a carcajadas: —Está bien, no hay problema, ¡debemos beber hasta la saciedad cuando nos encontremos!