En la habitación de Scheherezade, en el tercer piso de la mansión y a las tres de la mañana, nació su hijo. Tenía la piel clara y el cabello rojo. Era un semi dios como Uriel y Viggo.
A las cuatro de la mañana Scheherezade cayó mientras el bebé dormía a su lado y las tías de Viggo la cuidaban. El médico y las parteras se habían retirado. Todos habían dicho que Scheherezade tenía una constitución física envidiable y que solo la mala suerte la haría enfermar.
La puerta fue golpeada un par de veces y Mikoto vestida con un kimono camino hasta la puerta. La abrió y en el pasillo vio a Viggo, Kiara, Xiao y una persona que ella no conocía.
—Viggo— dijo Mikoto en un tono de voz respetuoso —Scheherezade está exhausta y el bebé dormido. No creo que sea bueno que se lo presentes a otros, menos a personas fuera de la familia—
—Lo sé, tía— dijo Viggo —pero el abuelo y Kiara son especiales. Lo mismo va para el tipo rubio que viene detrás de mí. Es necesario que veamos al niño—
—Doomo, doomo— dijo Kisuke quitándose el sombrero en un tono alegre mientras sonreía. Kiara y Xiao lo miraron hacia atrás y él dejo de sonreír porque ellos lo miraban enojados.
Mikoto miró a Viggo y el resto de los primordiales. Por supuesto, ella no sabía quiénes eran, así que sus pretensiones de importancia les importaba menos que nada. Sin embargo, al ser Viggo el dueño de casa y solicitar las cosas de buena manera, asintió. Ella dio un paso atrás y abrió la puerta por completo para que ellos entraran.
—Solo unos minutos, Scheherezade está cansada— insistió Mikoto
Viggo asintió, entro y lo siguieron de cerca Kiara, Xiao y Kisuke. Ellos se detuvieron a dos metros de la cama y esperaron a que Mikoto se acercara a Scheherezade y le avisara de las visitas.
Al mismo tiempo, Kiara camino hasta Scheherezade y se puso al lado de Mikoto. Al ver que Scheherezade abría los ojos, Kiara miró la piel oscura, los ojos verdes con una mirada lánguida y los labios gruesos. Scheherezade seguía siendo igual de hermosa y cautivadora que siempre, pero la expresión en su rostro era de cansancio.
—Kiara— dijo Scheherezade al verla
—Felicitaciones, Scheherezade— dijo Kiara con una sonrisa de satisfacción —veo que sigues corriendo lo más rápido que puedes para alcanzar tu felicidad—
—Sí— dijo Scheherezade con una amplia sonrisa, miró a su lado y vio al pequeño envuelto en pañales —yo y Viggo lo hicimos—
—Sí, él es maravilloso— añadió Kiara —¿Te molesto un poco?—
—¿Sí?— pregunto Scheherezade volviéndola a mirar
—Verás, necesito ver por un momento a tu hijo—
—¿Está enfermo?— pregunto Scheherezade mientras la sonrisa en su rostro se desvaneció y sus ojos se llenaban de lágrimas.
—No, para nada, él es como Viggo y Uriel, un semidios. Solo quiero ver sus aptitudes, eso es todo. Además ¿Te preocupa que él este enfermo? ¿Recuerdas quién te trajo aquí?—
—No, no se me olvida— dijo Scheherezade soltando un suspiro, ella recostó su cabeza sobre la cabecera y añadió —fuiste tú la que nos ayudó todo este tiempo. Tú la que nos presentó a Viggo. Tú la que nos ayudaste a llegar hasta este momento—
—Así es— respondió Kiara —no te dejaría sufrir, no te preocupes, no te abandonare hasta el día en que partas de este mundo—
—Gracias, Kiara— dijo Scheherezade, levantó su mano y Kiara se la tomo. Ambas se miraron a los ojos con complicidad. La mirada de Scheherezade era una mezcla de gratitud y seguridad.
Kiara se movió al otro lado de la cama y se acercó al pequeño pelirrojo envuelto en pañales. Lo levantó con cuidado y lo sostuvo entre sus brazos. Después camino hasta donde estaba Viggo, Xiao y Kisuke.
—¿Contento?— preguntó Kiara
—Sí— respondió Viggo —ya lo había visto después de que lo bañaron, pero todavía sigo pensando que es perfecto—
Kiara sonrió y negó con la cabeza. Después miró a Kisuke, aquel tipo rubio iba con el sombrero blanco y rayas verdes a pesar de que estaba dentro de la casa —¿Es la persona que buscabas?— preguntó
Kisuke se quitó el sombrero dejando ver un pelo rubio y aplastado que le llegaba hasta la barbilla —por supuesto que es la persona que buscaba. Solomon solo podría haber nacido de alguien como Viggo, que nació semidios y adquirió la sangre de la primera existencia de un mundo como Ymir. Su divinidad es pequeña, casi minúscula, pero su alma es poderosa— Kisuke miró a Viggo y le preguntó —¿Estás listo para criar al hombre que fue el más sabio del mundo y que se habló de él hasta el final de los tiempos?—
Viggo miró al primordial, escucho los latidos de su corazón en su oído y lo pensó durante unos segundos. Cerró los ojos y se calmó como cuando meditaba. Dejo el angustiante futuro y se concentró en el presente ¿Quién era Solomon en estos momentos? Él era su hijo, era lo único que importaba. Sin embargo, Viggo pensó que tendría que faltar a la petición de Semiramis. Había que crecer y buscar el balance. Eso requería tiempo que en estos momentos no tenía.
—Yo lo voy a poder criar— dijo Viggo —seré más sabio que él y le enseñare cosas que los eruditos y entendidos jamás podrían alcanzar. No te preocupes, soy Viggo, mi nombre es guerra, pero también el fuego. Brillare como el sol y eso nutrirá a mis hijos para que crezcan fuerte, sabios, pero, sobre todo, amados—
—Yoroshiku onegai shimasu— respondió Kisuke con una amplia sonrisa
—Eso, eso…— dijo Viggo pensando en lo que significaba
—Viggo, se responde— dijo Mikoto —dou itashimashite— y se agacho en una pronunciada reverencia
Viggo miró a su tía Mikoto, originaria del Lejano Oriente. Él la imito y repitió —dou itashimashite—
Mikoto se reincorporo y miró a Viggo y los primordiales —¿Ya miraron al niño?— preguntó
—Sí, tía— respondió Viggo, miró a Kiara, ella le entrego al bebé y Viggo lo quedó mirando durante unos segundos —no te preocupes, hijo, voy a hacer mi mejor. Vas a ver, este mundo está lleno de sorpresas y papá te enseñará muchas cosas—
Después Viggo le entrego el bebé a Mikoto, quien agacho la cabeza en un gesto de cortesía y después llevó al bebé con Scheherezade quien miraba desde la cama, un tanto preocupada de lo que podrían decidir Viggo y los otros.
Viggo camino hasta el borde de la cama, donde estaba Scheherezade. Él se sentó en borde y la miró acostada, cabello negro un tanto desordenado, piel morena, ojos verdes y labios gruesos —lo hiciste muy bien, muchas gracias, soy muy feliz— dijo
—Yo también, Viggo— respondió Scheherezade ofreciéndole sus labios. Viggo se agacho y le dio un beso lento y acalorado. Al mismo tiempo, Mikoto tosió y los interrumpió. Viggo y Scheherezade se separaron y se miraron durante unos segundos. Viggo le dio un último beso en la frente, saco la botella con estus y tomo un vaso que estaba en el velador. Vertió el estus dentro del vaso y se lo tendió a Scheherezade.
—Bebe— dijo Viggo —te hará bien—
Scheherezade recibió el vaso, bebió el líquido que emitía un brillo dorado y después soltó un suspiro de alivio. No podía decir que estaba totalmente recuperada, pero estaba mejor.
Viggo se levantó y dijo —me voy, volveré en unas horas más. Puede que con papá y los otros—
Scheherezade asintió y levantó su rostro como ofreciendo sus labios. Viggo se agacho para darle un último beso y se alejó de la cama. Él tomo a los primordiales y se los llevo de la habitación. Caminaron hasta la mitad de la mansión donde estaba la gran cúpula blanca. En el suelo había una enorme alfombra, una gran mesa cuadrada de baja estatura y cojines de color vividos. Ellos se sentaron alrededor de la mesa.
—¿Cuáles son tus planes?— preguntó Kisuke sentado al frente de Viggo. A la izquierda estaba Xiao y a la derecha Kiara.
—De momento— dijo Viggo —en dos meses debo volver a Midgar y aprender todo lo que pueda de Odín. Eso implica sus movimientos y las razones detrás de ellos. Aprender lo que aprendió Ivaldi en el reino de Niflheim. Vencer a las valkirias y otros adicionales. Una vez que logremos la meta de Rosewisse, enviare una solicitud a Odín a través de su hijo. Quiero conocerlo, escucharlo y aprender de él. Si estudio lo que él hizo, podré ver a dónde están sus errores y no caer en ellos. Después de eso volver, seguir entrenando, estudiando, desarrollando mis divinidades y volverme rey de los dioses. Ampliar…—
Kisuke, Xiao y Kiara sonrieron al escuchar a Viggo tan concentrado y claro en lo que debía hacer. Kisuke porque auguraba un correcto crecimiento para Solomon, su protegido. Xiao y Kiara estaban felices de saber que los consejos y ayudas que le habían prestado estaban dando sus frutos. Sin embargo, dentro de sus corazones todavía quedaba la duda ¿Viggo estará preparado para cuando llegue el día terrible?
Eran alrededor de las siete de la mañana y las esposas de Viggo se levantaron. Muchas de ellas pasaron de largo y fueron a ver a Scheherezade, pero la visión de Viggo junto a los tres primordiales no pasó inadvertida.
Viggo miró a los tres primordiales, apoyo las manos en la mesa y se levantó de su cojín. El resto de los primordiales hizo lo mismo y los cuatro se quedaron mirando durante unos segundos.
—Tengo un regalo— dijo Kisuke
Xiao y Kiara lo miraron con desconfianza, pero Kisuke levanto las manos en señal de rendición y dando un paso atrás.
—Tranquilos, no es nada malo. Solo un regalo de buena voluntad— dijo Kisuke —del tipo que ustedes le han aconsejado a Viggo, pero sin tener que moverse y a lo mejor, un poco más útil—
—Muéstranos primero— dijeron Kiara y Xiao mientras se cruzaban de brazos y continuaban mirando a Kisuke con desconfianza.
Kisuke soltó un suspiro de cansancio, miró a Viggo e hizo un ademan con la mano izquierda. Al instante siguiente apareció un trono al lado de Viggo. Dicho trono estaba hecho de mármol blanco, con dos reposabrazos y un largo respaldo de tres metros de alto.
Viggo se dio la vuelta y extendió su mano a la superficie liza. El trono no tenía uniones en ninguna parte, dando así la impresión de haber sido hecho de una sola pieza de mármol.
—Siéntate— dijo Kisuke
Viggo miró a Kisuke, quien sonreía y cuyos ojos quedaban ocultos bajo el sombrero. Después miró a Kiara y Xiao, ambos fruncían el ceño, pero asintieron. Viggo miró una vez más el trono blanco, paso su mano por la superficie lisa y fría. Camino hasta pararse por delante del trono, apoyo las manos en los reposabrazos y se sentó a medida que veía a Xiao y Kiara mirarlo con seriedad. Por dentro, Viggo se preguntaba que tenía de serio este trono. Sin embargo, cuando apoyo la espalda en el respaldo y quedó completamente sentado, supo la verdad.
Todo a su alrededor se llenó con la oscuridad del cielo nocturno y la belleza de las estrellas. Él estaba de pie, mirando los alrededores, pero no había nada. Entonces Viggo supo que este no era un regalo normal, después todo, provenía de un primordial.
—Viggo— dijo Kiara y apareció dentro del espacio similar al cielo nocturno. Después de ella apareció Xiao y por último Kisuke.
—¿Qué tal?— preguntó Kisuke —Genial ¿No?—
—Sí, muy bonito— dijo Viggo —puede ser un increíble lugar para meditar—
Kisuke alzó una ceja y lo quedó mirando como un idiota. Después saco su abanico de papel, lo abrió y se echó viento —bueno— dijo con una amplia sonrisa —esto solo quiere decir que era el regalo perfecto para la persona perfecta—
Viggo no entendía, pero al mirar a Xiao y Kiara tapándose la cara como si estuvieran avergonzados de sus palabras, entendió que sus palabras no fueron muy acertadas.
—Déjame mostrarte, Viggo Dragonroad— dijo Kisuke con una gran sonrisa que a los pocos segundos se desvaneció y solo quedó un rostro serio, aunque gracias al sombrero blanco con rayas verdes, no eran visible sus ojos. Kisuke dio un chasquido con su mano izquierda y todos fueron transportados a la casa donde vivía la familia Bishamon.