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11.44% VIGGO / Chapter 38: Un delicado balance 1.36

Capítulo 38: Un delicado balance 1.36

Los primeros rayos del sol aparecieron en el horizonte y bañaron de luz el valle de Esparta. El cielo estaba despejado, con tenues nubes blancas mientras corría una suave brisa primaveral. Viggo estaba acostado sobre unos pastizales en una gran colina. Percibió como la luz se alzaba sobre su rostro y esto lo despertó. Abrió sus parpados con dificultad y lo primero que vio fue un cielo azul, limpio y pacífico. También vio hojas de árboles, pétalos y filamentos de dientes de león deslizándose en el aire. La sola visión de todas estas cosas en calma, le pareció un milagro. Así que se quedó mirando como las hojas verdes y amarillas se deslizaban en el aire. Escucho al viento ulular y a unos pájaros trinar a lo lejos.

Después de un minuto, Viggo apoyo ambas manos en el pasto y se impulsó para sentarse. Entonces su vista fue cubierta por un sol que se elevaba en el horizonte por sobre las montañas. Parecía magnifico y glorioso, de solo verlo se sintió complacido. Después retrajo su pierna derecha y apoyo la planta del pie sobre el pasto, se impulsó con todo su cuerpo y se puso de pie. Noto que estaba casi desnudo, solo cubierto por una especie de taparrabos que le cubría el trasero y la entrepierna. Sin embargo, a pesar de que estaba casi desnudo, nunca sintió frio. Al contrario, este aire primaveral le producía una agradable sensación a fresco.

Viggo miró hacia el horizonte y vio un valle, el cual era ocupado casi en su totalidad por una ciudad. Las calles estaban iluminadas por antorchas y se veían guardias con cascos de bronce haciendo sus rondas. A la izquierda, a más de 2000 metros, Viggo veía algo como un anfiteatro al aire libre, con un plano circular. De un lado estaba la tarima, donde seguramente los actores interpretarían sus papeles. Del otro lado, había grandes gradas que se elevaban en una serie de peldaños ascendentes, en donde el público se sentaría a disfrutar. Varios de cientos de metros más allá, se elevaba una montaña rocosa y en su cima, habían construido varios edificios de largas cuyos techos de piedra estaban siendo sostenidos por gruesas columnas de piedra. Viggo dirigió su mirada al frente, notando como la urbe se extendía en el fondo del valle, mientras al mismo tiempo mantenía amplias arboledas que separaban los distritos. En el centro de la urbe se veía un campo de entrenamiento con un suelo de tierra y en su centro la estatua de un guerrero.

Viggo avanzó por la cima de colina hasta llegar el borde y se subió a una piedra que se alargaba como una pasarela. Camino hasta detenerse en la punta y miró colina abajo. Vio un pueblo de humildes casas con todo tipo de cultivos a su alrededor, en su gran mayoría trigo, hortalizas y algunas flores.

Viggo se llevó las manos a la cara y se refregó el rostro sin entender dónde estaba. Era claro que esto no era Muspelheim. Comparado con la tierra en llamas, este lugar era una tierra maravillosa, llena de bellezas natural. Sin embargo, seguía siendo un lugar totalmente desconocido para él.

De repente, Viggo noto algo en sus manos y las apartó de su cara. Entonces las noto más pequeñas y tanteo su propio cuerpo en un gesto de asombro y nerviosismo. Sus ojos se abrieron amplios, llenos de incredulidad. Se miró los brazos, las piernas, incluso se abrió la tela que le cubría la entrepierna. Todo se había achicado.

-¡Xiao! Maldito anciano del demonio ¿Qué me hiciste? Sal ahora mismo, te voy a matar- grito Viggo con toda su furia. Su grito fue tan potente que reverbero por todo el valle -sal ahora, no te hagas el tonto, maldito anciano. Te arrancaré la piel y utilizaré tu cuerpo para alimentar a las bestias del campo-

Sin embargo, solo hubo un eterno silencio. El viento ululo, los pájaros de pie en lo alto de un árbol a sus espaldas trinaron y la brisa paso helando la cabeza de Viggo. Otra cosa que le hizo abrir los ojos como platos, y llevo sus manos a su cabeza para comprobar lo que sentía. Nada, el cabello se había ido. Era como si se lo hubiera cortado a ras de piel y solo quedara la aspereza de la raíz del cabello.

-Por los cielos ¿qué está pasando?- murmuro lleno de incredulidad y dolor. Sus brazos cayeron sin fuerza y se quedó congelado durante diez minutos, pensando en si esté era el castigo por haber fallado aquel desafió. Entonces Viggo recordó que estaba luchando contra el ogro y…y… No podía recordar el resultado de esa lucha. Se llevó las manos a la cara y se tapó el rostro, tratando de concentrarse en recordar. Sin embargo, su memoria era confusa.

Una vez más, Viggo dejo caer sus brazos y se sentó en el borde de la piedra. Sus pies colgaban del borde mientras miraba sin energías al fondo de la colina, en donde estaba el poblado. Parece que, con los rayos del sol la gente comenzó su día, ya que empezaron a salir de las casas. De las 4 casas más grandes del poblado salieron algunos guerreros vistiendo cascos y corazas de bronce. Por otro lado, de las casas más pequeñas, que con suerte deben haber tenido 20 metros cuadrados (5mts por cada lado), salieron hombres y mujeres de apariencia humilde, vestidos con túnicas opacas de una pieza. Eran de tés morena y cabello castaño oscuro. Las mujeres llevaban el cabello largo mientras los hombros lo ocupaban corto.

Los guerreros caminaron a la salida del pueblo con dirección a la gran urbe en el centro del valle. Mientras que las personas normales se iban directo a los campos. Otros, en su mayoría las mujeres, niños y ancianos, se dedicaban a realizar manualidades para el mantenimiento del poblado.

Viggo tomo una profunda respiración, camino de vuelta y saltó de la piedra al pasto. Entonces avanzó a mano derecha por una pendiente. El paisaje lo llenaba el pasto, las margaritas blancas con su centro amarillo y las flores de lavanda con su intenso color lila. Viggo fue descendiendo con lentitud hasta que 30 minutos después llego a la base de la colina.

De frente, se extendía un camino de tierra bordeando la colina y conduciendo al poblado. A su derecha había una muralla de piedra natural que bordeaba la falda de la colina y a su izquierda se extendía los pastizales por más de 200 metros hasta llegar a una arboleda.

Viggo avanzó por el camino, con el pasto a cada lado y las flores silvestres amarillas y lilas. De vez en cuando se veía un arbusto de baja estatura y una que otra amapola de intenso color rojo. Mientras que al final del camino se veía el poblado que había visto desde lo alto de la colina. Siguió avanzando hasta llegar a un campo de trigo a su izquierda, donde dos mujeres estaban labrando una parte de la tierra con azadones de madera. Viggo las miró levantar el azadón y golpear la tierra para soltarla. Su movimiento era constante y por su mirada, parece que pasarían todo el día en la misma labor.

Viggo llegó al final de camino y se topó con una escalinata descendente de diez peldaños, con dos murallas a los lados. Viggo bajo los peldaños sintiendo el frio y la aspereza de la piedra a través de la planta de los pies. Una vez que llego a la base de la escalinata miró al frente y vio a muchos adultos y niños ayudando en todo tipo de trabajos. Para empezar, las ancianas habían hecho caballetes con gruesas ramas y colgaban todo tipo de hierbas para secar y después condimentar las comidas. Los niños llevaban pilas de leñas o trasladaban vasijas. Los hombres se veían trabajando en todo tipo de muebles, reparando las calles o las casas.

Solo una persona desentonaba en todo ese grupo. Era un guerrero que avanzaba con dirección a Viggo. Igual que los otros guerreros llevaba un casco bronce, pero llevaba el torso desnudo y una túnica roja que le cubría desde la cintura hasta la rodilla. Su casco tenía una abertura en forma de T que solo mostraba sus ojos y una parte de su boca. Sus brazos tenían la constitución de un guerrero, con músculos delgados y definidos, casi sin grasa.

Viggo avanzó mirando al guerrero y su indumentaria, cruzo miradas y le sostuvo la mirada. Ambos se miraron mientras cruzaban caminos y pasaron por al lado de otro. Viggo siguió su camino, avanzando al centro del poblado, pero el guerrero se molestó al ser mirado de tal manera por un niño. Se detuvo, se dio la vuelta y siguió a Viggo, apuro su paso y lo adelanto.

Viggo elevo su mirada y pudo ver la hostilidad en los ojos del guerrero a través de la ranura del casco. Era una mirada intensa y severa, llena de enojo. Viggo dio un paso atrás y el guerrero movió su mano y le dio una bofetada de revés. Viggo giro su rostro con el labio partido. Entonces se sintió furioso y miró al guerrero con intenso odio. La sonrisa del guerrero afloro detrás del casco y Viggo saltó y le puso un puñetazo sobre el pómulo derecho del casco dejando los nudillos marcados. El guerrero se tambaleó y retrocedió dos pasos. Viggo cayó al suelo sobre sus pies, con los puños apretados y mirándolo con una furia animal.

-¿Por qué me golpes?- rugió Viggo

Sin embargo, el guardia se recuperó del impacto y en vez de decir algo, lanzo un puñetazo. Viggo se movió hacia un lado, esquivo el puñetazo casi sintiendo el roce de los nudillos. Saltó y le conecto un segundo puñetazo en la mejilla. Esta vez los nudillos quedaron hundidos en el metal y el guardia cayó de espaldas inconsciente.

-Basura- murmuro Viggo en un tono mordaz mientras fruncía la nariz y se pasaba la mano para limpiarse la sangre del labio. Alzó la mirada y vio que todos los pobladores lo miraban con ojos amplios y rostros llenos de incredulidad. Viggo bufo mirando hacia otro lado y después siguió avanzando. La gente se apartó de él como si tuviera alguna enfermedad y Viggo se sintió mucho más molesto. Así que para hacer las cosas menos incomodas, bajo por una calle que daba a la salida del poblado.

Una vez que salió del poblado, Viggo siguió avanzando por un camino de tierra que descendía en una suave pendiente, con una arboleda a su izquierda y un pequeño riachuelo a la derecha. El agua se veía limpia y de poca profundidad.

Después de caminar por unos 30 minutos, Viggo llego a la entrada del campo de entrenamiento y se dio cuenta que estaba en lo alto de una colina. Para entrar al campo de entrenamiento había que subir una escalinata de piedra rojiza con cuatro descansos. En la cima de esa escalinata había un hermoso pórtico, con un techo y gruesos pilares hechos de piedra. En la parte superior del techo, había un pequeño mirador, donde habían puesto esculturas de bronce, quizá de guerreros, quizá de dioses. El lugar se veía hermoso, así que Viggo le quiso dar una mirada más de cerca. Sin embargo, solo alcanzo a pisar el primer escalón cuando escucho a alguien gritar "¡allí está!".

Viggo miró por donde había venido y vio al tipo que golpeó con anterioridad junto a otros dos guerreros correr en su dirección. Sus ojos destellaban un brillo animal mientras su pómulo izquierdo estaba hinchado y deformado. Viggo frunció el ceño y lo esperó. El tipo se abalanzó sin haber aprendido la lección anterior. Viggo paso por debajo de las manos y quedo a las espaldas del guerrero. Este último se dio la vuelta para intentar atraparlo y Viggo saltó para darle un puñetazo en el mismo pómulo.

-Maldito- grito uno de los guerreros que seguían al tipo

Viggo miró hacia atrás, esquivo un puño que se dirigía a su cara y lanzó un puñetazo que golpeo al guerrero en el estómago a contrafuerza. El guerrero cayó inconsciente de inmediato.

El otro guerrero que quedaba en pie miró al pequeño calvo, debería ser solo un niño insolente que recién estaba empezando la agogé, pero golpeaba como una montaña. Lo pensó un poco, pero de todos modos se lanzó a golpear a Viggo y esté le propino la misma dosis que a los otros.

-¡Maldición! en qué mierda de lugar me tiró este maldito anciano- dijo Viggo en un estado molesto. Ya no quería ver nada, así que le dio la espalda a la escalinata y a los campos de entrenamiento y avanzó por un puente hecho de trozos de piedras rectangulares. Todos puestos a lo largo y apretujados para que la gente, ni las carretas o los caballos, se quedaran atrapados o tuvieran que pasar por el riachuelo que pasaba por debajo.

Viggo vio del otro lado del camino a un guerrero montado a caballo. Él se veía un tanto diferente que los otros, su casto tenía una especie de cabello rojo y negro, parado de costado similar al crin de un caballo. Vestía una hermosa coraza donde estaba marcado el relieve de los pectorales y abdominales. El guerrero cabalgaba a paso lento, mirando a Viggo con cierta intriga. Viggo solo agacho la mirada y trato de evitar más problemas. Una vez que paso el guerrero, apuro su paso y miraba hacia atrás cada 5 metros para saber que no lo perseguían.

-Maldito anciano del demonio- mascullo Viggo, recordando la razón por la que estaba aquí. Esto no era coincidencia, pensó -una vez que te encuentre te arrancaré la piel, lo juro-


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