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25% Esmée, oscura tempestad / Chapter 3: EL ENEMIGO ACECHA

Capítulo 3: EL ENEMIGO ACECHA

ra muy temprano y como cada mañana la princesa Esmée se despertaba a ver el amanecer, ya que desde su ventana se observaba a lo lejos su lugar favorito, el mar.

Después de desayunar la princesa y sus hermanos se pusieron a jugar y al pasar el rato, Adam la reto a subirse a un caballo y cabalgar hasta llegar al mar, traer un balde lleno de agua como evidencia, ella siendo una chica fuerte y valiente acepto el reto, era una jinete inexperta, pero eso no le impidió cumplir con el desafió impuesto por su hermano quien era una persona muy ambiciosa.

Adam era consciente de que su hermana estaba enferma de una rara condición cardíaca; por la cual fue llevada con brujos y médicos de la época que no pudieron ayudarla y aun así, se aprovecho de la gallardía de Esmée para de algún modo tratar de deshacerse de ella y así poder quedarse con el trono, pues aunque el era el primogénito, el rey Luca I adoraba a la princesa Esmée y desde su nacimiento la nombro como futura reina de Francia por la cual el príncipe rebelde odiaba con fervor a su hermana y siempre buscaba la oportunidad para que le ocurriera algún accidente.

- No te pongas muy feliz hermano mayor -Dijo Esmèe sonriendo dulcemente-. volveré antes del almuerzo y me burlare de ti frente a nuestro padre, ya lo veras.

- Niña tonta ¡!MÁRCHATE YA!! – Replico Adam lleno de ira-.

- Buena suerte hermana – Dijo Amelia- vuelve a casa pronto.

- No mueras hermana– Replico Mattias-.

Esmée va a todo galope rumbo a su lugar favorito, al sitio que por mucho que le gustara visitar no iba con frecuencia porque su padre la cuidaba demasiado, aunque ella fuera una jovencita muy lista.

De pronto, sin darse cuenta fue golpeada fuertemente en el pecho por una rama que sobresalía del camino, provocando que de inmediato cayera al piso, lo cual le causo un pequeño ataque que sacudía todo su cuerpo de manera involuntaria.

La princesa se quedo tirada en el suelo por varias horas hasta que recobro la conciencia, a lo lejos se observaba su caballo, al cual llamo para poder sostenerse de él, tratando de levantarse por si sola, pero le fue imposible, porque se encontraba adolorida por la caída y el ataque sufrido.

-Duele que alguien me ayude- sollozo Esmée-

-AYUDAAA, por favor que alguien me ayude- gritaba la princesa.

Sin embargo como aun eran los dominios de su padre nadie podía traspasar la propiedad, así que la princesa debía salir sola de este problema.

Después de lograr subirse al caballo decidió, seguir su viaje hacia el lugar mas calmado que ella conocía, el mar, lugar prohibido por su padre porque era peligroso para su joven princesa, pasaron varios minutos cabalgando y empezó a recorrer un camino de tierra que a los lados tenia arboles frutales de manzanas, al final se encontraba una cima, que era el principio de la victoria en el desafió de su hermano.

A lo lejos no se alcanzaba a vislumbrar tierra firme, solo la inmensidad del mar, con ese color característico dado por el reflejo del cielo, transmitía una paz infinita en donde hacia olvidar las penas mas abrumadoras que una jovencita pudiera tener, se siente la brisa que golpea la cara de la princesa, eso hizo que se relajara y tomara un merecido descanso a la orilla de la playa, sintiendo sus pies descalzos la arena blanquecina de la costa azul de Francia.

Después del descanso bien merecido se acerco a la orilla del mar con mucho recelo, porque aunque le gustaba mucho la princesa no sabia nadar, tomo un balde que llevaba atado a la silla, lo lleno de agua y lo ato de nuevo, al cabo de unos minutos decidió cortar una manzana roja y jugosa con la guadaña que siempre traía consigo y sin darse cuenta los minutos de descanso se convirtieron en horas.

Al darse cuenta que el sol se estaba poniendo se empezó a estresar porque ya había estado fuera del alcance de los guardias por casi todo un día, entonces tomo unas manzanas rojas las cuales puso en su morral, para llevárselas a su familia.

Al subirse al corcel emprendió su viaje de vuelta pero ya cuando estaba en la cima volteo a ver por ultima vez el ocaso y la magnificencia del mar, pero descubrió algo que le erizo la piel, a lo lejos vio unos barcos, se acercaban a la costa con bandera enemiga del imperio Francés, tenia que apurarse a llegar al castillo Valrose para poder prevenir a su familia.

Mientras tanto en el castillo, el rey como todas las tardes preguntaba por su princesa, para poder darle unas lecciones de como tratar a sus súbditos

-Traigan a mi princesa a mis aposentos- dijo el rey con voz enérgica a uno de sus criados- Dijo el Rey-.

- Señor, la princesa no esta, la hemos estado buscando toda la mañana y toda la tarde pero no aparece por ningún lado – Refirió el criado-.

- ¿Cómo es eso posible? ¿Qué ha pasado? Les ordeno seguir buscándola- Exclamo el rey- Llamen a mi guardia real, que vayan por el bosque a buscarla y traigan a su niñera, quiero tener una platica a solas con ella.

- Como ordene mi señor – Dijo el criado

- Diga mi señor- Refirió la niñera con incertidumbre, tratando de disimular el miedo-. me ha mandado a llamar.

- Me he enterado que Esmée esta desaparecida, es tu responsabilidad estar al pendiente de mi hija, si algo malo le pasa, TE ESPERA LA PARED DE FUSILAMIENTO- grito el rey

- Pero mi señor... -Decía la niñera con voz temblorosa temiendo por su vida

- Ya te dije, ahora largo de mi vista – vocifero el rey-

El sol se había ocultado ya y a lo lejos se alcanzo a vislumbrar un corcel blanco a todo galope, montado por una pequeña jovensita.

- Señor Esmée ha regresado – Dijo el soldado-.

- Soldado, para ti es la princesa Esmée – Corrijio el consejero-

- Déjalo pasar por hoy, estamos de fiesta, bendecido sea el señor estaba muy preocupado, llama a su niñera que la vaya a recoger a los establos, y preparen un festín para celebrar que mi hija sigue entre los vivos, temía que algo malo le sucediera.

- Papa, donde estaba Esmée, escuche que ya regreso – Dijo Amelia, con lagrimas en los ojos -.

- No lo se pequeña- asintió con la cabeza y seco sus lagrimas- Pero tendré una platica seria con ella, me dio un susto terrible

- Papa no la regañes muy feo – refirió Amelia tiernamente.


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