Capítulo 2: PROLOGO
Año 1315 D.C, Es una mañana tranquila a las afueras de la ciudad histórica de Niza, se encuentra ubicado el castillo Valrose, perteneciente a una singular familia; en la fachada podemos observar un estilo gótico, con gárgolas de color gris que sirven como desagües para tiempo de lluvias, en frente tenemos las hermosas hectáreas de jardines verdes, en donde la familia real ha disfrutado de unas intensas vacaciones, en medio del jardín principal se encuentra una fuente de mármol hecha a mano de color café y acabados en color blanco.
A lo lejos se escuchan los jugueteos de los príncipes, el jardín trasero es el lugar preferido para esconderse de su padre y poder jugar sin temor a regaños, un rey demasiado preocupado por la seguridad de sus descendientes.
Sin embargo, ese día estaba por llegar el Rey, había tenido que salir a arreglar asuntos importantes, con su hermano Capeto, el regente de las tierras de Lyon, así que la seguridad de los príncipes corría a cargo de la guardia real, apostada en el castillo.
La princesa Esmèe corría tratando de alcanzar a su hermano Adam, el cual a regañadientes siempre tenía que ceder a las exigencias de su hermana, porque ella por decreto real era la sucesora del trono, sin embargo Adam siempre trataba de fastidiarla de un modo u otro para que algo malo le pasara y el poder tomar posesión del trono, Mattias de tan solo un año menos que Esmèe trataba de ser el maduro, en situaciones tensas que siempre se presentaban con ambos hermanos tan competitivos, Amelia de 9 años siempre era tierna con su hermana, ella decía que se parecía mucho a su madre, Esmèe siempre andaba cuidándola, a pesar de tener tantas niñeras encargadas de su seguridad.
La princesa Esmée, era valiente y obstinada, siendo entrenada por los mejores maestres de los confines del reino, desde artes como la pintura hasta tiro con arco por su comandante de la guardia real, pero eso eran cosas insignificantes porque tenía que lidiar en esos momentos con su futuro cumpleaños, a la edad de los 15 años un joven príncipe del reino de Inglaterra tenía que ir a pedir su mano.
Faltaban un par de meses, para ese aterrador suceso, y sus hermanos sobre todo Adam lo ocupaba para atacarla.
- Oye y ¿cómo crees que sea tu príncipe encantador con el cual te tocara pasar por el resto de tus días? -Dijo Adam en tu tono burlón mientras tomaba un aperitivo-.
- Cállate, estúpido, no me interesa comprometerme con nadie, lo único que ahorita me quita el sueño es poder aprender todo lo que pueda de papa, para poder reinar mejor de lo que tú lo harías - Replico ella con una sonrisa de oreja a oreja- Es más, eso me hace mucho más feliz que pensar en el matrimonio.
- Si hermanita, pero recuerda que en un reino las uniones son muy importantes para establecer alianzas fuertes – Contesto Mattias con un suspiro – Pero tú no deberías de estar discutiendo con la futura reina Adam no seas tonto ni aunque quisieras papa, te dejaría el reino para ti, eres demasiado terco, para manejarlo.
-Guarden silencio, por favor -Dijo Amelia, siempre tan educada-. Escucho a lo lejos la carroza de papa
A lo lejos se vislumbraba el carruaje Real tirado por caballos andaluces, cuyo carruaje era recubierto de la piel más fina de la india, conducido por un cochero de la familia Fauré-Dumont quien regresa desde Lyon y adentro se encuentra dormido por el extenso viaje, Luca I el rey de Francia.
- Señor, ya casi hemos llegado al castillo – Dijo el cochero-.
- Excelente, pásame mi pardao – Contesto el Rey -.
- Si, señor
Del pardao real, un monedero de cuero, saco una carta la cual empezó a meditar con suma preocupación, ya que iba dirigida a su hija Esmée.
Hija Esmée:
Te escribo con gran pesar, puesto que he soñado mi muerte, en unos días tu cumplirás unos cuatro años, he dado la orden de que esta carta sea entregada a tu padre en vísperas de cumplir los 15 años, quiero decirte que mi muerte tiene una consecuencia grave en tu desarrollo sobre todo en el gran secreto que oculta nuestra familia, poco a poco iras conociendo tu verdadero potencial, y capacidad, que tienes guardado en ti misma, solo falta creer en ti, he dejado varias cartas con diferentes personas, las cuales te serán entregadas a su debido tiempo,
Con amor, mama
Rodaron una cuantas lagrimas al leer la carta, sin embargo, no pudo desahogarse bien porque ya estaban llegando al patio central y sabia el que iba a ser recibido por sus adorados hijos.
Al llegar al castillo, el cochero, bajo a abrirle la puerta al Rey, un elegante señor de más de 1.80 metros de altura, con una barba tupida de color marrón, unos ojos verdosos, que reflejaban los espesos bosques de a su alrededor, pero sobre todo un rasgo característico era su lunar del lado izquierdo de la cara pálida, junto al mentón.
- Vamos traigan a los mejores cocineros que hoy celebrare con mis hijos y empezaremos a planear la unión con el prometido de la princesa – Refirió Luca I-.
- Papa, entiende, a mi no me interesa casarme – Dijo Esmée con lágrimas en los ojos -.
- Hija mía, si no te casas no podrás reinar, son las tradiciones – Reitero Luca I -.
- Al diablo con las tradiciones – Grito Esmée, corriendo hacia el castillo-.
Llorando entro al castillo, encerrándose en su recamara, derrepente un golpe en la puerta hizo que cayera de la cama del susto.
- ¿Quién es?- Grito Esmée -. Dejen de molestarme no quiero hablar con nadie.
- Soy el consejero real – Dijo murmurando -. Vengo a tus clases matutinas.
Como era costumbre el consejero real llego puntual a sus aposentos de la princesa, cuando el sol se ponía, con un montón de pergaminos en el brazo y unos mapas en el otro.
Pasaron las horas charlando sobre mapas, gramática, e imaginándose como seria la vida de la princesa cuando fuera Reina, aunque ella rezongaba por el matrimonio impuesto.
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