Capítulo 540: Mundo Shinobi - PGM - 205
Mientras Kain miraba la capital de la nación del Hierro por la noche, con sus calles oscuras y casi deshabitadas, Hiruzen estaba bebiendo dentro de su carpa en la nación del Trueno.
Hiruzen estaba sentado en una silla, apoyado contra el poste central que soportaba toda la infraestructura de la carpa. A su alrededor, se veían algunas cajas y bolsas de suministros apegadas a las murallas. Un mueble a su derecha donde guardaba las cartas y documentos. Su cama estaba detrás de él, al fondo de la carpa mientras la única luz provenía de unas velas sobre el mueble donde guardaba los documentos.
Hiruzen tomo una profunda respiración, levantó la botella de sake que sujetaba en la mano derecha y se la llevó a la boca. Dio un largo sorbo sintiéndose más borracho que en toda su vida; por primera vez estaba experimentando la vista borrosa. Su estado de ánimo era apagado, de ningún modo deprimido, pero no se sentía con ganas de sonreír. Todo esto como consecuencia del resultado de las cosas en la nación del Trueno.
El otro día cuando Hiruzen se detuvo y no siguió atacando a los shinobis de Kumo, Tobirama lo regaño. Algo había pasado porque a pesar de que estaban venciendo, Tobirama dio la orden de retroceder.
Una vez que estuvieron todos a salvo, Tobirama regaño a Hiruzen delante de todos, lo degrado de rango y le pidió a uno de los ancianos del clan que liderara a los Sarutobi. Los miembros del clan estuvieron en contra, pero Hiruzen cedió, porque después de todo, había perdido la fe en su sensei y en esta guerra. No estaba en condiciones de liderar a nadie.
Por otro lado, durante dos días se quedaron en los límites de las montañas nubladas, esperando que Tobirama diera la orden de avanzar. No obstante, este último se negaba y les decía que todavía no era el momento. La vez anterior perdieron a muchos hombres y otros salieron heridos solo por un positivo/negativo.
Al parecer, Kumogakure estaba teniendo problemas internos, pero de algún modo se las habían arreglado para poner sus problemas aparte. No obstante, en el último ataque falto el raikage y sus protectores. El único que se presento fue Jin, quien fue de manera inesperada neutralizado por la loca táctica de Hiruzen. Este último solo podía suponer que Tobirama estaba esperando a que apareciera el primer raikage para matarlo y terminar de forma definitiva esta guerra.
Sin embargo, Hiruzen no le encontraba ninguna lógica a seguir con esta lucha. Ya habían aplastado a los shinobis de Kumo, los habían hecho retroceder hasta su nación. Incluso se habían acercado a su villa oculta. Por otro lado, Konoha había perdido algunos shinobis y tenía varias docenas de heridos, pero estaba en óptimas condiciones para luchar contra Kumo. Por último, Kain había arrasado con los shinobis de Iwa que le pisaban los talones al ejército, así que no tenían nada de que temer.
-Entonces ¿Por qué?- murmuro Hiruzen, llevo la botella de sake a su boca y bebió otro largo sorbo. Él pensó que podrían hacer un pacto de no agresión y dejar las cosas en un punto muerto, donde nadie necesitaría luchar o salir herido, mucho menos morir -¿Qué pasa por tu cabeza, sensei?-
Las horas pasaron y cuando Hiruzen estaba a punto de caer inconsciente, alguien lo llamo desde fuera de su carpa.
-Saru, Saru ¿Estás ahí?- preguntó
Sin embargo, Hiruzen estaba tan borracho que se quedó quieto y callado. En ese momento miraba las paredes de la carpa a través de la oscuridad. Así que la persona afuera movió la cortina y miró hacia adentro. Para ese momento las velas que iluminaban la carpa se habían consumido por completo, así que la persona solo vio la silueta de Hiruzen sentada sobre algo.
-¿Qué es ese olor?- preguntó Danzo cubriéndose la nariz -Saru ¿Estabas bebiendo?-
-Un poco- respondió con la voz abotargada -un poco-
-¡Cielos! Al menos prende una vela- dijo Danzo
Hiruzen lo quedó mirando a través de la oscuridad y vio como la silueta oscura de Danzo se metía a uno de sus muebles, pero no le importo. De repente se encendió una luz difusa y Hiruzen tuvo que entrecerrar sus ojos. Le pareció molesto, pero no se movió. Lo único que hizo fue llevar su botella a la boca y empinarla. Sin embargo, para ese momento ya se había bebido todo.
Danzo se arrodillo delante de él, vestía una túnica negra sobre sus hombros. Llevo sus manos para mirar el rostro de Hiruzen, pero este último lanzo unos manotazos.
-Maldición, quédate quieto- dijo Danzo, le tomo ambas manos y se las dejo sobre el regazo. Después le abrió los parpados y le miró los ojos. Una vez que vio que su amigo estaba borracho, lo tomo de un brazo, lo llevo a su cama y lo recostó.
-No tengo sueño- dijo Hiruzen con un habla embotado.
-Descansa, Saru- respondió Danzo algo preocupado por el estado de Hiruzen -traje una carta para ti, pensé que sería importante. Sin embargo, creo que mejor es que la leas mañana. Ahora puede que incluso la llegues a romper, así como estas-
-¿Quién la envía?-
-Ya te dije, léela mañana, cuando estés sobrio-
-Bueno. Oye, Danzo, dime ¿Por qué seguimos luchando? Ya ganamos ¿No?-
Danzo se quedó callado porque también pensaba lo mismo. Tomo una profunda respiración y respondió -debemos creer en sensei, él tiene un plan y una razón para todo-
-¿Cuál sería ese maravilloso, plan? ¿Qué nos maten a todos?-
-¡¿Saru?!-
-Es la verdad- dijo Hiruzen acomodándose en la cama -nada de esto tiene sentido. Ya expulsamos a los, invasores- se dio la vuelta y soltó un suspiro cansado -los hicimos retroceder y a pesar de todos los riesgos, nos adentramos en su nación ¿Qué más necesitamos demostrar para creer que vencimos?-
-No es tan sencillo- murmuro Danzo -si no matamos a su líder, Kumo nunca admitirá la derrota-
-¿Y es necesario que haya un vencedor y un perdedor?- murmuro Hiruzen, abrió los parpados y miró las paredes de su carpa -lo más importante son las vidas de nuestra gente-
-Debes creer en nuestro sensei-
-En ese caso- dijo con una sonrisa burlesca -¿Crees que sensei no se equivoca? Dime ¿Te ha dicho sus razones para seguir con esta lucha?-
Danzo se quedó callado, mirando a Hiruzen acostado sobre las mantas. El silencio se extendió, Danzo quería rebatir los comentarios de Hiruzen, pero la duda entro en su corazón ¿Tanto valía una compensación después de la guerra como para exponerlos a este peligro? Ya habían ganado, habían hecho retroceder a los shinobis de Kumo. No obstante, Danzo no respondió a la pregunta, solo le dejo la carta en el velador y se dio la vuelta para salir.
-Buenas noches, Saru- dijo Danzo y salió de la carpa
Hiruzen se quedó mirando durante un rato la pared de su carpa y a los pocos segundos se durmió. Sin embargo, toda la noche rondo en su inconsciente la misma pregunta ¿Por qué luchas? ¿Cuál es tu rey? ¿Por qué arriesgas tu cuello?
Hiruzen durmió tan mal que, por la mañana maldijo a Tadashi Uchiha por hacerle todas esas preguntas. Cada una de ellas le quitaba las fuerzas de luchar y le hacían perder la fe en su sensei. Si tan solo no hubiera escuchado al maldito anciano. Sin embargo, en su corazón ya había aceptado esas dudas y la razón detrás de ellas.
Hiruzen se sentó en el borde de su cama y se preguntó -¿Qué es lo que tramas sensei? ¿Por qué arriesgamos nuestro cuello?-
Hiruzen soltó un suspiro y se fue a lavar la cara con un terrible dolor de cabeza. Una vez que se secó el rostro con una toalla, dio vueltas por su carpa buscando alguna planta medicinal hasta que llego a su velador, en donde había una carta plegada con un sello de cera roja.
Hiruzen se sentó al borde de su cama y dejo la toalla a un lado. Tomo la carta revisando que el sello estuviera intacto. Una vez que lo verifico, metió su mano por debajo de su cabecera y saco un kunai. Corto el sello con delicadeza para que saliera completo y abrió la carta.
Hiruzen comenzó a leer la carta con una suave sonrisa en los labios; era de Biwako. Ella le contaba como estaban las cosas en Konoha y le decía que todo permanecía en orden para que él no se preocupara. Le hablo de lo que había hecho durante las últimas semanas mientras Hiruzen se imaginaba a su esposa sonriendo y paseando por Konoha. Eso le hizo sentirse mejor y olvidarse de su dolor de cabeza. Sin embargo, la sorpresa solo vino en los dos últimos reglones. Los médicos confirmaron que Biwako estaba embarazada.
Hiruzen se quedó sentado en la cama con la mirada perdida dándole vueltas a lo que había leído. Pensando en Biwako y su hijo que solo hace unos días había sido confirmado. Se sintió feliz por dentro, pero preocupado al mismo tiempo. Se preocupo por Konoha, por como estaban funcionando las cosas y la cantidad de violencia que estaba sucediendo alrededor de todo el mundo. Entonces recordó a su pequeño amigo.
<<-Kain no necesita ir a la guerra- le había dicho Hiruzen
Los dos estaban sentados en el techo de la casa de Hashirama después de la reunión donde se decidió quienes irían a la guerra. El cielo estaba despejado y corría una brisa agradable. Hiruzen estaba preocupado por Kain, ya que él no tenía ninguna responsabilidad, muy diferente de su amigo Kazuhiko quien sería el futuro patriarca del clan Hyuga. Hiruzen entendía lo que era ser heredero, así que a pesar de la edad de Kazuhiko no lo cuestiono. Sin embargo, Kain era otra historia.
-Saru no lo entiende- respondió Kain con una sonrisa mientras abrazaba sus piernas y miraba a la distancia -mi tío creo Konoha para que los niños puedan elegir su futuro-
-Por eso mismo- insistió Hiruzen en un tono enérgico -Kain no necesita arriesgarse-
Kain negó y respondió -por eso mismo, porque si nadie protege Konoha y las futuras generaciones, los niños crecerán igual que los viejos, llenos de odio y resentimiento-
-Eso no justifica tu participación-
-Lo justifica, porque si no ganamos esta guerra. En la próxima no quedarán adultos para proteger la villa y los siguientes shinobis en ir al campo de batalla serán los niños. Tobirama no tendrá consideraciones y ocupará todo lo que esté a su mano-
-Sensei no es así- dijo Hiruzen en un tono molesto
Kain solo sonrió y continuo -puede ser, pero prefiero cuidar del futuro con mis propias manos que dejárselo a alguien como Tobirama. De esa manera, Konoha mantendrá su propósito y todo el esfuerzo de mi tío tendrá un sentido. Oye Saru- Kain volteó su rostro y lo miró a los ojos con las mejillas apoyadas sobre sus rodillas -¿Por qué luchas?->>
-¡Hiruzen-sama!- gritaron alguien desde afuera de la tienda -Hiruzen-sama ¡Nos atacan!-
-¡¿Qué?!- respondió Hiruzen doblando rápidamente la carta y metiéndola dentro de su chaqueta. Se puso de pie y salió de la tienda. No obstante, cuando iba a estirar su mano para tocar la cortina, algo exploto. Hiruzen se cubrió con sus brazos mientras revestía su cuerpo con chakra, pero la explosión fue tan fuerte que lo lanzó a volar a por los aires.
Hiruzen cayó al suelo de espalda y levantó su rostro medio atontado. Vio a un anciano de cabello gris cerca de él. Tenía los ojos abiertos y una expresión de incredulidad. Hiruzen se arrastró hasta él y cuando le toco el cuello, supo que había muerto. Hiruzen frunció el ceño y con la palma se dio de golpes sobre la frente, como si se estuviera castigando por lo que sucedió. Después empezó a mirar los alrededores, escuchaba el choque de metales y explosiones a la distancia.
Hiruzen se levantó a duras penas y comenzó a caminar. Había humo que se estaba extendiendo en todas las direcciones mientras que no veía a nadie de su clan. De repente alguien grito, saltó hacia él con un Kunai en la mano para tratar de apuñalarlo. Hiruzen capto por el rabillo del ojo una chaqueta blanca y aposto porque era uno de Kumogakure. Así que se agacho, dejo que pasará de largo. El shinobi cayó al suelo, trato de rodar y cuando se levantó, Hiruzen avanzó y le lanzó un puñetazo a la garganta. El shinobi quedó en shock, soltó una bocanada de sangre por la boca y cayó de lado al suelo.
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