Un poco de tiempo antes de Kevmel llegara al comedor....
Abrió sus ojos de forma perezosa, llevaba un tiempo sin dormir y eso le había hecho mella, la prueba de su cansancio radicaba en el hecho de que a pesar de tener su pelaje mojado se lanzó hacia la cama sin pudor alguno y sin preocuparse de poder coger un resfriado.
Cuando sus ojos hubieron visto la luz de nuevo la lluvia había amainado, todavía quedaban rastros de humedad en su cuerpo, ligeros tonos fríos resentidos por haber sido ignoradas con total plenitud por la kitsune hacían su ataque final en aquel momento, lastimosamente sus esfuerzos fueron inútiles, Aisha conjuró una pequeña bola de fuego en su mano derecha y se encargó de eliminar a aquel batallón suicida.
Sin reparar en más detalles abandonó en habitáculo, aquella zona que le había servido para dormir cómodamente y para resguardarse del frío permanecería en su memoria como un suelo de madera bien tallada y una cama de tamaño mediano, no quiso indagar en los detalles de su habitación para nada, eran muy temprano y su estómago clamaba por pan.
Por otro lado Pnicas salió de su cuarto con un rostro relajado y saludó a Aisha, esta que había mostrado nulo interés en su habitación dirigió una mirada fugaz a la de Pnicas antes de que este cerrara la puerta, era ciertamente espaciosa, pero en cuanto a muebles únicamente poseía 2 mesitas de noche, una mesa más grande pegada a la pared este de la habitación acompañada de una silla por supuesto y una cama. Realmente era algo bastante normal, lo único que llamo un poco la atención de Aisha fue que la cama de Pnicas estaba completamente ordenada e impoluta, no habían rastros de desorden o agua, era como si no hubiese sido utilizada.
Sin mucho que hacer al respecto, y sin un verdadero interés, Aisha devolvió el saludo a Pnicas y se quedó observando por unos segundos la puerta de Kevmel, como buen grupo se habían asegurado de que sus habitaciones estuvieran cerca o por lo menos de esperar a que alguien se metiera en una y ocupar las dos de al lado.
Pasaron escasos segundos, se comenzó a mascar la tragedia, finalmente se llegó a la inconmensurable cifra temporal de un minuto, la kitsune no tenía planeado quedarse allí otra eternidad del mismo calibre así que simplemente puso rumbo al comedor, acompañada por supuesto de Pnicas quien parecía si poder aguantar más de 60 segundos.
Las puertas del comedor estaban abiertas, y por lo que se podía apreciar eso era costumbre ya que una fina capa de polvo reposaba en la parte baja y alta de la entrada, esa puerta no debía de moverse mucho, siempre dispuesta a recibir invitados.
Por la luz que se filtraba por las ventanas y los restos de agua que comenzaban a desaparecer de las mismas era bastante factible el hecho de que fuera una hora muy temprana de la mañana, a ese argumento lo respaldaba el hecho de que nadie más que la súcubo y un joven alado con una lanza se encontraban en el lugar.
Aisha saludó con la mano a la súcubo mientras que Pnicas se dirigía hacia una mesa, parecía estar buscando con la mirada un menú, uno que efectivamente pudo encontrar, para cuando sus manos se hubieron posado sobre él la dueña del hostal devolvió el saludo.
—Buenos días—Dijo con un tono agradable—Veo que os gusta madrugar.
—Solo los guerreros y los productivos tienen ese don—Remarcó el joven—¿Son ellos de quienes me hablaste?
—Por supuesto cariño.
—Muy bien—El joven alado se dirigió hacia Aisha al mismo tiempo que era examinado por la mirada de Pnicas.
—¡Buenas! Tú debes de ser Aisha y el Pnicas, es un placer.
—Ahm.... Lo mismo digo señor cariño.
—Mi nombre es Tyler—Respondió de forma seca.
Tanto Pnicas como Aisha pudieron observar el rostro de Tyler, una cara de poker que rozaba lo bizarro, esa era un expresión que no encajaba para nada con las facciones del joven, facciones que Aisha pudo apreciar mejor debido al reciente acercamiento del joven, su pelo era blanco y largo, sus ojos al igual que sus cuernos y alas eran de un color azul oscuro, su constitución era la de un alguien joven, pero no uno cualquiera, porque a pesar de estar portando una armadura mediana era evidente su buen físico, por último una hermosa lanza verdosa con detalles dorados y oscuros hacía acto de presencia como su acompañante.
—Ah, bueno, no estés triste, mira—Aisha llegó hasta la mesa que había ocupado Pnicas, agarró un panecillo de una cesta, y se lo extendió a Tyler—Toma un pan.
—Tomaré esto como un acto de respeto, supongo—Tras esas palabras agarró el pan, le dio un bocado y se sentó en el espacio vacío frente a Pnicas, por otro lado Aisha se sentó al lado del caballero.
—Entonces, Tyler ¿Cómo es eso de.... ´´¿Son ellos de quienes me hablaste?´´?—Señaló Pnicas acusadoramente.
—Oh bueno, resulta que al general de mi batallón, Goualle, le había llegado información de unos nuevos individuos.
Sigilosamente Pnicas colocó su mano derecha en el mango de su espada flamígera.
—Ajá....
—Así que me mandó para ayudarlos, he podido saber que la delincuencia ha estado aumentado aquí, así que puede ser una buena oportunidad para hacer buenas migas y solucionar los problemas.
Pnicas aflojó un poco el agarre de su espada, pero no retiró su mano de la misma, había algo que seguía sin convencerle, la apariencia de aquel sujeto, en esencia era un joven normal, pero el par de alas azules de ángel y el par de cuernos que tenía en su cabeza eran en esencia algo de lo que uno tendería a desconfiar.
—¿Por qué querría alguien ´´buenas migas´´ con nosotros?
—Las migas son una parte muy importante del pan Pnicas—Remarcó audazmente Aisha.
—Bueno.... Esa información es un poco clasificada, pero si lo que te preocupa en la confianza.... Tengo algo para demostrar mis intenciones.
El joven llamado Tyler enseñó entonces su mano derecha, un tatuaje de una especie de diamante negro el cual encerraba un zafiro en su interior se pudieron apreciar. Al ver el símbolo Pnicas quedó muy sorprendido y antes de que pudieran seguir con su conversación entró Kevmel por la puerta con una cara de cansancio y un ánimo deplorable al caminar.
Volviendo a hechos más actuales....
Sin mucho que reprochar ante la petición de la súcubo Kevmel se acercó hacia la barra, dejando de lado las miradas de Aisha y Pnicas, pero también dejando de lado sus anteriores acusaciones hacia Tyler.
—¿Qué sabes?—Preguntó mortalmente serio.
Entonces la súcubo sonrió desde el otro lado de la barra, quitó sus manos de un vaso el cual dejó en un taburete y se cruzó de brazos realzando la altura de sus pechos.
—Bueno.... No hace falta que te sientas mal, al fin y al cabo eso que llevas ahí es una bendición.
—¿Qué?—Ahora estaba confuso.
Todos los de detrás dirigieron miradas extrañadas hacia Kevmel, no sabían que era lo que tenía, pero por lo pronto su compañero se había puesto extremadamente nervioso momentos atrás y una s����cubo lo había calificado de bendición.
—Verás, el infierno se estructura por círculos, cada uno tiene un rey y el Rey del noveno círculo del infierno se encarga de supervisarlos, lastimosamente ese tipo ya no está con nosotros y nuestro Dios ha tenido que bajar un escalafón para poder seguir cuidando de nosotros.
—Esa podría ser información valiosa, pero para un demonio.... Súcubo, dime lo que sabes.
—Tranquilo mi rey, ya llegamos, verás, el ser que nos gobierna, el soberano de las tinieblas tiene junto a él a los jinetes del apocalipsis como sus guardias—Miró más fijamente a los ojos de Kevmel—Pero eso no te interesa supongo, verás, el infierno siempre busca gente competente o con potencial, era natural que la persona con mayor naturaleza negativa de vosotros captara la atención de Dios.
—Comprendo.... Con que el soberano de las tinieblas ha puesto su ojo en mi....
—Por favor no te sobreestimes—Respondió algo indignada—Simplemente era algo que se podía aprovechar, no te creas un elegido o algo así.
—.... ¿Qué me va a pasar?
—Cosas gloriosas, cuando la maldición se haya completado te transformarás en un diablo, un diablo maldecido por Dios ¿No es algo maravilloso? Ganarás poder e influencia además—Se mordió el labio a la vez que extendía un poco sus alas—Cualquier mujer tendrá que batallar en contra de sus instintos para no intentar arrancarte la ropa.
El nigromante quedó en shock ¿Esto era bueno o malo? Desde luego hubiera sido bueno en anteriores circunstancias, pero ya había dicho que ayudaría al bando de los humanos, aún así, para empezar, hablan de guerra pero lo demonios y los ángeles campan a sus anchas por la ciudad, ¿Qué sentido tiene eso? Muchos pensamientos atravesaban la mente de Kevmel, pero todos estos se detuvieron con las palabras de una dama.
—Ya he terminado—Declaró inflando el pecho—No hay más pan en el área, ¿Nos vamos ya?
—Aisha—Susurró Pnicas—No es momento para eso.
—No—Dijo Kevmel en voz alta—Ha sido suficiente, tenemos trabajo que hacer—Dio media vuelta y comenzó a caminar hacia las puertas del comedor.
—Supongo que es momento de irse—Declaró Tyler a la vez que se acercaba también hacia las puertas.
—Te lo dije Pnicas.
— ....No.—Respondió secamente.
Así pues el ahora grupo de 4 cruzó las puertas del comedor para después repetir la misma acción con las de la salida, cabe decir que Aisha y Pnicas tuvieron la decencia de despedirse de la dueña del hostal, cosa que Kevmel y Tyler no hicieron.
En el exterior se podían observar los resplandecientes rayos de sol siendo reflejados en los hermosos charcos que en su haber también mostraban el bello cielo azul totalmente despejado.
Sin más que hacer por el lugar los 4 continuaron con su camino, con la única excepción de que esta vez estaban yendo en dirección contraria a la que habían estado siguiendo, es decir, se estaban comenzando a acercar a la guarida de los bandidos.
A medida que avanzaban las calles se volvían cada vez más silenciosas o en su defecto la gente que se podía ver paseando o haciendo las actividades del día a día disminuía con cada paso hacia el oeste.
Pasaron por la plaza y efectivamente había gente, pero debían de ser miembros del consejo, gente capaz de cuidarse por si sola o mejor dicho, capaz de aplastar hormigas como si no fueran nada más que eso.
Todos en el grupo llegaron a pensar que Tyler se llevaría malas miradas, incluso que serían rodeados por guardias sedientos de información ¿Qué hace un ángel aquí? Encima tiene cuernos.... Era la viva imagen de los 2 bandos enemigos, pero sorpresivamente nadie hizo nada.
Sin problemas mayores a los que enfrentarse los 4 siguieron con sus andadas, hasta que algo cambió, en el momento que la plaza dejó de ser visible y el ayuntamiento no se podía distinguir con la mirada las calles se volvieron mortalmente silenciosas, no había ni un alma por ellas, las casas estaban totalmente cerradas, no había ningún comercio ambulante mucho menos gente paseando por el lugar con viveza, nada.
La calle era una bastante larga, tenía dos desviaciones en dirección al sur y varias casas, además cerca de ellos estaba la entrada norte a unos grandes establos, pero estos no contenían nada bonito que se diga, desde las ventanas, estas si que se podían distinguir bien, un puma más grande de lo normal y con unos dientes capaces de desgarrar incluso el metal estaba durmiendo, cabe recalcar que los establos estaban conectados con una casa bastante grande, a más de uno le hubiera gustado investigar, pero lastimosamente allí no habían bandidos, bueno, podía ser que los hubiera, pero esa no era su base.
Más al frente, mitad de la calle viéndolo a ojo, una voluminosa entrada sin puerta daba lugar a un espacioso recinto de almacenaje, el suelo era pedregoso y numerosas cajas y carritos adornaban la escena, pero eso era todo lo que sabían, si no se acercaban más no podría ver que más cosas habían.
—Tyler.
—¿Qué ocurre?
—Tus alas pueden volar ¿No?—Preguntó Pnicas.
—Así es.
—Podrías inspeccionar el recinto desde las alturas, desde ahí arriba no te puede emboscar y así los demás nos mantenemos juntos.
—Hm.... Claro, no veo problema alguno, nos vendrá bien conocer la estructura.
Sin nada más que decirle al caballero o a sus otros dos compañeros Tyler batió sus alas y comenzó con su inspección, Kevmel lo siguió con la mirada todo lo que pudo hasta que simplemente lo perdió de vista.
—Pnicas.
—¿Qué sucede?
—¿Cómo sabes que ese tipo no mentía?
—Ah claro, tu no lo has podido ver, en su mano está la marca de la verdad ¿Sabes lo que es no?
—Para muchos maldición, para otros bendición, un diamante negro que encierra un zafiro significa que por muy voluminosas que sean las mentiras jamás podrán arañar su prisión de verdad, el diamante negro simboliza el carbón del que procede, da a entender que la verdad duele, pero las mentiras jamás serán contadas.
—¿Entonces Tyler tiene cosas dibujadas en la mano que lo hacen oscuro y mineral?
—....Si Aisha, significa exactamente eso—Respondió cansado.
—Ah, Tyler no puede mentir—Declaró orgullosamente la kitsune.
De repente las miradas de Pnicas y Kevmel se posaron en Aisha, se habían ensimismado en que Aisha no los entendía bien del todo, pero podía ser que dentro de la estupideces que decía la lógica estuviera oculta, quizá eran ellos los que no la entendían.