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61.01% Saga de Ender y Saga de la Sombra – Orson Scott Card / Chapter 144: LA SOMBRA DEL HEGEMON .-16.-Traición

Capítulo 144: LA SOMBRA DEL HEGEMON .-16.-Traición

A: Demostenes%Tecumseh@freeamerica.org De: Nopreparado%cincinnatus@anon.set Asunto: Air Shanghai

Los jefazos que dirigen el cotarro han decidido no compartir la información procedente de satélites sobre Air Shanghai con nadie que no pertenezca al ejército, alegando que están relacionados intereses vitales de Estados Unidos. Los otros únicos países con satélites capaces de ver lo mismo que los nuestros son China, Japón y Brasil, y de éstos sólo China tiene un satélite en la posición adecuada. Así que los chinos lo saben. Y cuando acabe con esta carta, tú lo sabrás, y sabrás cómo usar la información.

No me gusta que los países grandes derroten a los pequeños, excepto cuando el país grande es el mío. Así que demándame.

El vuelo de Air Shanghai fue abatido por un misil tierra-aire disparado desde DENTRO DE TAILANDIA. Sin embargo, la diferencia de tiempo para localizar los movimientos en esa zona de Tailandia demuestra que el único candidato factible para haber efectuado el lanzamiento es un camión cuyos movimientos se originaron en China: sí, en China.

Detalles: El camión (un pequeño vehículo vietnamita blanco estilo «Ho») fue fabricado en Gejiu (en un almacén que ya ha sido declarado como fábrica de municiones) y cruzó la frontera vietnamita entre Jinping, China, y Sinh Ho, Vietnam. Luego cruzó la frontera de Laos a través del paso de Ded Tay Chang. Recorrió todo Laos y entró en Tailandia cerca de Tha Li, pero en este punto se apartó de las carreteras principales. Pasó bastante cerca del punto desde donde se lanzó el misil para que pudiera ser descargado y transportado manualmente al sitio. Y observa esto: todo ese movimiento sucedió HACE MÁS DE UN MES.

No sé tú, pero tanto yo como los demás que están aquí somos de la opinión de que China anda buscando una «provocación» para iniciar la guerra contra Tailandia. El jet de Air Shanghai con destino Bangkok, con pasajeros tailandeses, es derribado en China por un misil lanzado desde Tailandia. China puede hacer parecer que el ejército tailandés intentaba crear una falsa provocación contra ellos, cuando de hecho ocurrió todo lo contrario. Muy complicado, pero los chinos saben que pueden mostrar pruebas procedentes de satélites de que el misil fue lanzado desde dentro de Tailandia. También pueden demostrar que necesitaron sofisticados sistemas de seguimiento militares que implicarán, en la versión china, que los militares tailandeses estaban detrás, aunque NOSOTROS sabemos que eso significa que los militares chinos estaban al control. Y cuando los chinos pidan corroboración independiente, puedes contar con ella: nuestro amado gobierno, más interesado por los negocios que por el honor, apoyará la historia china sin mencionar

los movimientos del pequeño camión. Así Estados Unidos seguirá siendo buen amigo de su amigo en los negocios. Y Tailandia será masacrada.

Haz lo que tengas que hacer, Demóstenes. Haz que todo esto sea de dominio público antes de que nuestro gobierno les haga la pelota. Pero trata de buscar un modo de que no me delate. Lo malo no sería perder este empleo de mierda. Podría acabar en la cárcel.

Cuando Suriyawong fue a ver si Bean quería cenar (un servicio a las nueve de la noche para los

oficiales de servicio, no una cena oficial con el primer ministro), Bean casi lo siguió de cabeza. Necesitaba comer, y aquél era un momento tan bueno como cualquier otro. Sin embargo, advirtió que no había leído ningún mensaje después de haber recibido la última carta de sor Carlotta, así que le dijo a Suriyawong que empezara sin él pero que le guardara un sitio.

Comprobó el buzón que Peter había utilizado para enviar el mensaje de Carlotta y encontró una carta suya más reciente. Incluía el texto de una carta de uno de los contactos de Demóstenes dentro del servicio estadounidense de satélites espía, y combinado con el análisis que Peter había hecho de la situación, lo dejaba todo claro. Envió una rápida respuesta, avanzando un paso más las sospechas de Peter, y luego fue a cenar.

Suriyawong y los oficiales adultos (varios de ellos generales que habían sido convocados en Bangkok por la crisis en el alto mando) se estaban riendo. Guardaron silencio cuando Bean entró en la sala. Normalmente, habría intentado tranquilizarlos. El que estuviera apenado no cambiaba el hecho de que en las crisis se precisaba humor para aliviar la tensión. Pero en ese momento el silencio fue útil, y lo aprovechó.

—Acabo de recibir información de una de mis mejores fuentes de inteligencia —dijo—. Los que están presentes en esta sala son quienes más necesitan oírla, pero si el primer ministro pudiera reunirse con nosotros, ahorraría tiempo.

Uno de los generales empezó a protestar alegando que un niño extranjero no podía convocar al primer ministro de Tailandia, pero Suriyawong se levantó y le hizo una profunda reverencia. El hombre guardó silencio.

—Discúlpeme, señor —dijo Suriyawong—, pero este muchacho extranjero es Julian Delphiki, cuyo análisis de la batalla final con los fórmicos propició la victoria de Ender.

Naturalmente, el general lo sabía ya, pero, al permitirle fingir que lo ignoraba, Suriyawong le dio la oportunidad de retractarse sin pasar vergüenza.

—Comprendo —respondió el general—. Entonces quizás el primer ministro no se sentirá ofendido por esta convocatoria.

Bean ayudó a Suriyawong a suavizar la situación lo mejor que pudo.

—Perdóneme por haber hablado con tanta brusquedad. Tenía usted razón al reprenderme. Sólo puedo esperar que me excuse por haber olvidado los modales adecuados. La mujer que me educó viajaba en el vuelo de Air Shanghai.

Una vez más, el general ya lo sabía; una vez más, la excusa le permitió inclinarse y murmurar su

pésame. Ahora que todo el mundo había mostrado el respeto debido, las cosas podían continuar su curso.

El primer ministro dejó su cena con varios altos oficiales del gobierno chino y se apoyó contra la pared, escuchando, mientras Bean contaba lo que había descubierto sobre la fuente del misil que había derribado al avión.

—Durante todo el día he estado en contacto con el ministro de Asuntos Exteriores chino —dijo el

primer ministro—, y no ha comentado nada de que el misil fuera disparado desde dentro de Tailandia.

—Cuando el gobierno chino esté preparado para actuar contra esta provocación —dijo Bean—, fingirán que acaban de descubrirlo.

El primer ministro parecía dolorido.

—¿No pudieron ser agentes indios actuando para camuflarlo como si se tratara de una estratagema china?

—Podría haber sido cualquiera—replicó Bean—. Pero eran chinos. El general quisquilloso alzó la voz.

—¿Cómo sabes eso, si el satélite no lo confirma?

—Tendría poco sentido que fueran indios —explicó Bean—. Los únicos países que podrían detectar el camión serían China y Estados Unidos, que como es bien sabido come en la palma de la mano de los

chinos. Pero China sabría que no han disparado el misil, y también que no lo ha hecho Tailandia, ¿así que cuál sería el problema?

—Tampoco resulta muy coherente que fuera China —dijo el primer ministro.

—Señor —dijo Bean—, en todo lo que ha pasado en los últimos días no hay nada muy coherente. La India ha establecido un pacto de no agresión con Pakistán y ambos países han retirado sus tropas de la frontera que comparten. Pakistán actúa contra Irán. La India ha invadido Birmania, no porque Birmania sea importante, sino porque se encuentra entre la India y Tailandia, que sí lo es. Pero el ataque de la India no tiene ningún sentido... ¿verdad, Suriyawong?

Éste comprendió al momento que Bean le estaba pidiendo que interviniera en el diálogo, para que no todo procediera de un europeo.

—Como Bean y yo le contamos al chakri ayer, el ataque indio a Birmania no sólo está diseñado de manera estúpida: es algo deliberado. La India cuenta con comandantes listos y bien entrenados para

saber que enviar grandes grupos de soldados al otro lado de la frontera, con el enorme problema de

suministro que eso representa, crea un objetivo fácil para nuestra estrategia de acoso, por no mencionar que los deja con el culo al aire. Y sin embargo han lanzado precisamente ese ataque.

—Entonces tanto mejor para nosotros —intervino el general quisquilloso.

—Señor —respondió Suriyawong—, es importante que entienda que disponen de los servicios de Petra Arkanian, y tanto Bean como yo sabemos que Petra nunca prepararía la estrategia que están utilizando. Así que sin lugar a dudas ésa no es la estrategia auténtica.

—¿Qué tiene esto que ver con el vuelo de Air Shanghai? —preguntó el primer ministro.

—Todo —dijo Bean—. Y con el intento de asesinarnos a Suriyawong y a mí anoche. El juego del chakri pretendía provocar a Tailandia para que entrara inmediatamente en guerra con la India. Y aunque el complot no funcionó, y el chakri fue descubierto, seguimos manteniendo la ficción de que fue una provocación india. Sus reuniones con el ministro de Asuntos Exteriores chino forman parte del esfuerzo por implicar a China en la guerra contra la India... No, no me diga que no puede confirmarlo o negarlo, está claro de qué habrán tratado esas reuniones. Y apuesto a que los chinos le dicen que están enviando tropas a la frontera birmana para atacar a los indios cuando estén más al descubierto.

El primer ministro, que ya había abierto la boca para hablar, mantuvo silencio.

—Sí, claro que le estarán diciendo eso. Pero los indios también saben que los chinos están acumulando tropas en la frontera birmana, y sin embargo continúan con su ata-que a Birmania, y sus fuerzas están casi completamente desplegadas, sin prepararse para defenderse contra un ataque chino desde el norte. ¿Por qué? ¿Hemos de suponer que los indios son tan estúpidos?

Fue Suriyawong quien contestó cuando se le ocurrió la respuesta.

—Los indios tienen un pacto de no agresión con China. Piensan que los chinos acumulan tropas en la frontera para atacarnos a nosotros. Se han dividido entre los dos el Sureste asiático.

—¿Así que ese misil que los chinos lanzaron desde Tailandia para derribar su propio avión será la excusa para romper las negociaciones y atacarnos por sorpresa? —dijo el primer ministro.

—A nadie le sorprende la traición china —dijo uno de los generales.

—Pero eso no es todo —intervino Bean—. Porque no hemos tenido en cuenta a Aquiles.

—Está en la India —dijo Suriyawong—. Planeó el intento de asesinato de anoche.

—Y sabemos que lo hizo porque yo estaba allí —dijo Bean—. Te quería muerto como provocación, pero aprobó que fuera anoche para que ambos pudiéramos morir en la misma explosión. Y sabemos que está detrás de la destrucción del avión de Air Shanghai, porque aunque el misil estaba allí desde hace un mes, listo para ser disparado, no era aún el momento adecuado para crear la provocación. El ministro de Asuntos Exteriores chino está todavía en Bangkok. Tailandia no ha tenido aún varios días para desplegar sus tropas para la batalla, repartir los suministros y enviar a la mayor parte de nuestros soldados en misiones al noroeste. Los soldados chinos no se han desplegado aún al norte. Ese misil no debería de haber sido disparado hasta dentro de varios días, como mínimo.

A •

Sin embargo, lo dispararon esta mañana porque Aquiles sabía que sor Carlotta viajaba en ese avión, y no pudo dejar pasar la oportunidad de asesinarla.

—Pero has dicho que el misil era una operación china —objetó el primer ministro—. Aquiles está en la

India.

—Aquiles está en la India, pero ¿está trabajando para la India?

—¿Estás diciendo que trabaja para China?

—Aquiles trabaja para Aquiles —dijo Suriyawong—. Pero sí, ahora el panorama está claro.

—Para mí no —objetó el general quisquilloso. Suriyawong se lo explicó ansiosamente.

—Aquiles ha estado utilizando la India desde el principio. Mientras estaba todavía en Rusia, sin duda usó el servicio de inteligencia ruso para entablar contactos dentro de China. Prometió entregarles todo el

sur y el sureste de Asia de un plumazo. Luego va a la India y prepara una guerra en la que el ejército de

la India queda completamente comprometido en Birmania. Hasta el momento, China nunca ha podido actuar contra la India, porque el ejército de este país estaba concentrado en el oeste y el noroeste, de modo que mientras los soldados chinos tenían que rebasar el Himalaya, podrían ser fácilmente repelidos por las tropas indias. Sin embargo, ahora todo el ejército indio está expuesto, lejos del centro de la India. Si los chinos pueden lograr un ataque sorpresa y destruir ese ejército, la India estará indefensa. No tendrán más remedio que rendirse. Nosotros somos solamente un espectáculo secundario para ellos. Nos atacarán para que los indios se confíen.

—¿Entonces no pretenden invadir Tailandia? —preguntó el primer ministro.

—Por supuesto que sí —replicó Bean—. Pretenden gobernar desde el Indo hasta el Mekong. Pero el ejército indio es el objetivo principal. En cuanto quede destruido, no habrá nada que entorpezca su camino.

—¿Y deducimos todo esto por el hecho de que una monja católica estuviera a bordo del avión? —

protestó el general quisquilloso.

—Lo deducimos porque Aquiles controla los acontecimientos en China, Tailandia y la India. Aquiles sabía que sor Carlotta viajaba a bordo de ese avión porque el chakri interceptó mi mensaje al primer ministro. Aquiles está al mando de este espectáculo y traiciona a todo el mundo con todo el mundo. Al

final, se alzará con un nuevo imperio que contendrá a más de la mitad de la población del mundo. China,

la India, Birmania, Tailandia, Vietnam. Todo el mundo tendrá que plegarse a esta nueva superpotencia.

—Pero Aquiles no gobierna China —adujo el primer ministro—. Por lo que sabemos, nunca ha estado en China.

—Sin duda los chinos creen que los están utilizando. Poco conozco a Aquiles, y calculo que dentro de un año los líderes chinos estarán muertos o recibiendo órdenes suyas.

—Tal vez debería advertir al ministro de Asuntos Exteriores chino del gran peligro que corre —dijo el

primer ministro.

El general quisquilloso se levantó.

—Esto es lo que pasa por permitir que los niños jueguen con asuntos de adultos Piensan que la vida real es como un juego de ordenador: ellos hacen clic con el ratón y las naciones se alzan o se hunden.

—Así es exactamente cómo se alzan y se hunden las naciones —dijo Bean—. Francia en 1940.

Napoleón rehaciendo el mapa de Europa a principios del siglo XIX, creando reinos para que sus hermanos tuvieran un lugar donde gobernar. Las victorias en la Primera Guerra Mundial, recortando reinos y trazando en el mapa líneas inapropiadas que volverían a provocar nuevas guerras. La conquista japonesa de casi todo el Pacífico occidental en diciembre de 1941. El colapso del imperio soviético en

1989. Los acontecimientos pueden ser repentinos.

—Pero había grandes fuerzas en acción —dijo el general.

—Los caprichos de Napoleón no eran una gran fuerza. Ni Alejandro, que derrotaba imperios allá donde iba. No hubo nada inevitable en el hecho de que los griegos llegaran al Indo.

—No necesito que me des lecciones de historia.

Bean estuvo a punto de replicar que sí, que al parecer las necesitaba, pero Suriyawong se apresuró a menear la cabeza. Bean captó el mensaje.

Suriyawong tenía razón. El primer ministro no estaba convencido, y los únicos generales que hablaban eran los que eran completamente hostiles a las ideas de Bean y Suriyawong. Si Bean continuaba presionando, acabaría por ser marginado en la guerra por venir. Y necesitaba estar en el

meollo de lo que ocurría, si quería usar la fuerza de choque que tan laboriosamente había creado.

—Señor —le dijo Bean al general—, no pretendía enseñarle nada. No tiene nada que aprender de mí. Simplemente le he ofrecido la información que he recibido, y las conclusiones que he extraído de ella. Si esas conclusiones son incorrectas, le pido disculpas por haberle hecho perder el tiempo. Y si continúa la guerra contra la India, sólo le pido la oportunidad de servir honorablemente a Tailandia, para devolver la amabilidad que me ha demostrado.

Antes de que el general pudiera decir nada (y no cabía duda de que iba a responder algo desagradable) el primer ministro intervino.

—Gracias por ofrecernos tus servicios. Tailandia sobrevive en esta difícil situación porque nuestro

pueblo y nuestros amigos ofrecen todo lo que tienen al servicio de nuestra pequeña pero maravillosa tierra. Claro que querremos emplearte en la inminente guerra. Creo que tienes una pequeña fuerza de choque compuesta por soldados tailandeses muy bien entrenados y versátiles. Me encargaré de que tu fuerza de choque sea asignada a un comandante que encuentre buen uso para ellos, y también para ti.

Fue un hábil anuncio a los generales de que Bean y Suriyawong estaban bajo su protección. Cualquier general que intentara reprimir su participación descubriría que los asignarían a otro mando. Bean no podría haber esperado algo mejor.

—Y ahora —dijo el primer ministro—, aunque me alegro de haber pasado este cuarto de hora en su

compañía, señores, sin duda el ministro de Asuntos Exteriores chino estará preguntándose por qué soy tan rudo para hacerle esperar tanto tiempo.

El primer ministro se inclinó y se marchó.

De inmediato, el general quisquilloso y los más escépticos continuaron con la conversación humorística que había interrumpido la llegada de Bean, como si nada hubiera ocurrido.

Pero el general Phet Noi, comandante en jefe de todas las fuerzas tailandesas en la península malaya, llamó a Suriyawong y a Bean. Suriyawong recogió su plato y se acercó a Phet Noi, y Bean se

detuvo solamente para servirse un plato antes de unirse a ellos.

—Así que tienes una fuerza de choque —observó Phet Noi.

—Tierra, mar y aire —asintió Bean.

—La principal ofensiva india es al norte. Mi ejército estará vigilando los desembarcos indios en la costa, pero nuestra función será de vigilancia, no de combate. Con todo, pienso que si tu fuerza de choque lanzara sus misiones desde el sur, tendrías menos posibilidades de complicarte con incursiones

que se originaran en los mandos del norte, mucho más importantes.

Obviamente Phet Noi sabía que su propio mando era el menos importante para el resultado de la guerra, pero estaba tan decidido a actuar como Bean y Suriyawong. Podían ayudarse mutuamente. Durante el resto de la comida, discutieron dónde podrían situar mejor las fuerzas de choque. Finalmente, sólo quedaron los tres a la mesa.

—Señor —dijo Bean—, ahora que estamos solos los tres, hay algo que debo decirle.

-¿Sí?

—Pienso servirlo y obedecer sus órdenes. No obstante, si se presenta la oportunidad, usaré mi fuerza de choque para lograr un objetivo que, estrictamente hablando, no es importante para Tailandia.

—¿A cuál te refieres?

—Mi amiga Petra Arkanian es rehén... no, creo que es virtualmente esclava de Aquiles. Cuando consiga la información necesaria para tener éxito, usaré mi fuerza de choque para sacarla de Hyderabad.

Phet Noi reflexionó sobre el asunto, sin revelar su opinión.

—Sabes que Aquiles tal vez la retenga precisamente porque es el cebo para tenderte una trampa.

—Tal vez, pero no lo considero probable. Aquiles cree que puede matar a todo el mundo, sea donde fuere. No necesita tenderme trampas. Además, ponerse a esperar es un signo de debilidad. Creo que retiene a Petra por otros motivos.

—Tú lo conoces y yo no —dijo Phet Noi. Reflexionó durante un instante—. Mientras escuchaba lo que decías sobre Aquiles, sus planes y traiciones, pensé que los acontecimientos se desarrollarían exactamente tal como dijiste. Lo que no acabo de ver es cómo Tailandia podría convertir esto en una victoria. Incluso con el aviso anticipado, no podemos prevalecer contra China en el campo de batalla. Las líneas de suministro chinas hacia Tailandia serán cortas. Casi una cuarta parte de la población tailandesa es de origen chino, y aunque la mayoría son leales ciudadanos tai, una gran proporción de ellos sigue considerando que China es su tierra natal. China no carecerá de saboteadores y colaboradores dentro de nuestro país, mientras que la India no tiene esa conexión. ¿Cómo vamos a vencer?

—Sólo hay un modo —respondió Bean—. Rendirse de inmediato.

—¿Qué? —se escandalizó Suriyawong.

—El primer ministro Paribatra debería decirle al ministro de Asuntos Exteriores chino que Tailandia desea ser solamente aliada de China. Pondremos la mayor parte de nuestro ejército al servicio temporal

de China para que sea usado contra los agresores indios como sea preciso, y no sólo suministrarán a

nuestros propio ejército, sino también al chino, hasta el límite de nuestras posibilidades. Los mercaderes chinos tendrán libre acceso a los mercados y las fábricas tailandesas.

—Pero eso sería vergonzoso —objetó Suriyawong.

—Fue vergonzoso que Tailandia se aliara con Japón durante la Segunda Guerra Mundial, pero Tailandia logró sobrevivir y las tropas japonesas no la ocuparon. Fue vergonzoso que Tailandia se doblegara ante los europeos y rindiera Laos y Camboya a Francia, pero el corazón de Tailandia logró permanecer libre. Si Tailandia no se alía con China y le da la mano libremente, entonces China acabará gobernando de todas formas y Tailandia perderá por completo su libertad y su existencia nacional, durante muchos años al menos, y quizá para siempre.

—¿Se trata de un oráculo? —preguntó Phet Noi.

—Se trata de los temores de su propio corazón. A veces hay que alimentar al tigre para que no acabe devorándole a uno.

—Tailandia nunca hará eso.

—Entonces le sugiero que prepare su huida y su vida en el exilio —dijo Bean—, porque cuando los chinos se apoderen de todo, la clase dirigente será destruida.

Todos sabían que Bean estaba hablando de la conquista de Taiwán. Todos los oficiales del gobierno

y sus familias, todos los catedráticos, todos los periodistas, todos los escritores, todos los políticos y sus familias fueron llevados a campos de reeducación en el desierto occidental, donde se les puso a hacer trabajos forzados, a ellos y a sus hijos, durante el resto de sus vidas. Ninguno de ellos regresó jamás a Taiwán. Ninguno de sus hijos recibió jamás el permiso para recibir formación alguna después de los catorce años. El método había sido tan efectivo para pacificar Taiwán que no existía la menor posibilidad de que no se usara también para las nuevas conquistas chinas.

—¿Seré un traidor al planear la derrota creando mi Propia ruta de escape? —se preguntó Phet Noi en voz alta.

—¿O será un patriota, al mantener al menos a un general tailandés y a su familia lejos de las manos del enemigo? —replicó Bean.

—¿Entonces nuestra derrota es segura? —preguntó Suriyawong.

—Sabes leer los mapas —dijo Bean—. Pero los milagros ocurren.

Bean los dejó con sus pensamientos y regresó a su habitación, para informar a Peter de la respuesta tailandesa más probable.


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