John
Regresé a la casa, me sentía harto de todo. Nada a mi alrededor tenía importancia, ni siquiera mi vida me importaba en este momento.
Cuando iba a subir a la habitación, Allan se paró delante mi.
—¿Qué hacías? Otra vez llegas a la misma hora. ¿Te estás encontrando con ella a mis espaldas, Alma?— dijo molesto.
—Voy aceptar el trago del otro día, señor. Necesito hablar con alguien, ¿Puede ser usted?
—¿A ti qué te pasa? Tienes los ojos rojos, ¿estabas fumando o llorando? No puedo imaginarte llorando, quiero pensar que es la otra.
—No voy a mentirle, si me encontré con ella, pero me dio una puñalada justo aquí en el centro del pecho. Leonardo tenía razón en todo lo que dijo, esa mierda es una pérdida de tiempo.
—Esta vez lo voy a pasar, porque te ves hecho un culo. Vamos al casino.
Lo seguí hasta el auto, y manejé hasta el casino.
Al bajarnos, fuimos directo a su despacho. Serví dos tragos y le pasé uno, para luego sentarme en la silla; y él también se sentó.
—Te ves vulnerable, tal pareciera que algo muy malo te pasó. Es la primera vez que te veo así, y hasta me causas lástima. ¿Qué le pudo pasar a Alma negra para que esté así de mal? ¿Qué te hizo tu mujer?
—Ya no me quiere y ama a otro, para el colmo me lo restrega en la cara. Ya sé que no estábamos juntos, que ella estaba separada de mi y que no la veía hace mucho, pero duele.
—Debes estar muy jodido para soltar todo esto delante de mí. ¿Ya no sientes temor de que le haga algo? ¿O esta es tu forma de ganarte mi confianza luego de lo que hiciste?
—Ninguna de las anteriores. La encontré por casualidad, y fue lo peor que pudo haberme pasado. ¿Todas las mujeres suelen ser así? ¿Juegan con uno y luego lo tiran como si fuera basura?
—Por lo que veo Alma negra no tiene el Alma tan negra. Todas las perras son iguales, por eso no es bueno darles todo, ni demostrarles nada; lo mejor es estar solo. Esa es la razón por la cual nunca me he casado, jamás dejaría que mi vida o mi ánimo dependa de una sola mujer, es mejor tener varias y que hagan lo único que saben hacer, dar el culo.
—El culo te lo puede dar un hombre también, deberías corregir ese comentario tan machista, hasta yo me ofendí y soy hombre.
—Es la verdad. Tu caso no es diferente. Para mí está muy claro que a ella no le importas. Es extraño hablar sobre este tema contigo, deberíamos hablar de otra cosa. Si quieres busco alguna mujer para que pases el rato.
—No, no me interesa, solo quiero tomar y ver si la amargura se me pasa.
—¿Verdaderamente estarás así por una mujer? ¿Qué tipo de niña me saliste? Una mujer es algo que se puede reemplazar, deberías preocuparte por cosas que si valgan la pena conservar, como tu vida, por ejemplo.
—Que irónico, hablando de vida en un día como este. Llega un momento en tu vida en qué estás tan aborrecido todo, que te importa una mierda lo que suceda, y para mi hoy es ese día— saqué el cuchillo repentinamente y lo clavé en su cuello, no le di tiempo a reaccionar.
No tenía planificado hacerlo, pero ya estaba harto. No me importó la guerra que esto pueda provocar, en realidad, no me importaba nada más. Estoy harto de que todos me usen y me manejen a su antojo, harto de ser la marioneta de todos.
Arranqué el cuchillo y me levanté de la silla. Mi mano estaba llena de su sangre e incluso mi ropa. Busqué el encendedor que él siempre usaba, y encendí todo lo que pude en el despacho. Podía fácilmente decidir acabar con todo de una vez, incluyendo este maldito dolor en el pecho, pero eso solo iba hacer que Mia se quede sola, y no puedo permitir eso. Ahora más que nunca me necesita, soy lo único que tiene, y ella es lo único que tengo.
Daisy
Ya he perdido la cuenta de cuántas veces a abusado de mi. No era nada diferente a lo que pasaba con mi familia, supongo que ya me he ido acostumbrando al maltrato emocional y físico; al final, eso es lo único que he recibido la mayor parte de mi vida. Es como si estuviera condenada a vivir esto, y a que la historia se repita y se repita, una y otra vez, sin acabar. Todo de mí dolía, las sábanas blancas se habían manchado con mi propia sangre, como la mayor parte del tiempo; creí que nunca acabaría. Hoy estuvo más furioso y brusco que nunca, ni siquiera John jamás me había tratado así; aunque a veces era un salvaje en la cama, nunca me maltrató de esta forma. Jamás me había sentido tan humillada, herida y maltratada. El dolor en mi cuerpo, no era nada, comparado al que mi pecho sentía. No podía borrar de mi mente esa expresión de John, estoy segura que lo herí de la peor forma. Debe estar odiándome. Hubiera dado todo por irme detrás de él y decirle la verdad, pero eso solo complicaría las cosas. Él tiene sus problemas también y debe resolverlos. Mientras él se mantenga lejos de mi, Sebastián no le hará nada a él, ni a mi bebé, que hasta el sol de hoy, aún no lo he conocido en persona. Me lo arrebataron ese día que llegué aquí, y solo lo vi en dos ocasiones por fotos. Él me prometió que si hacía todo lo que él pedía y me comportaba como su mujer, me complacería y me iba a permitir verlo, pero aún no he logrado que me deje hacerlo. Ese vacío aún permanece en mi corazón. No he podido ver a mi hijo, no he podido verlo crecer o acariciarlo. Me arrebataron todo al llegar a este lugar y he permanecido aquí, porque si no lo hago, no podré tener algún día la oportunidad de verlo y sacarlo de ese lugar en donde está.
—Quiero ver a mi hijo, Sebastián— le pedí, sentándome en la cama y cubriéndome con la sábana.
—No te lo has ganado, mujer.
—Él me necesita.
—No, no lo hace. No me hagas repetir las cosas. ¿Acaso no has aprendido la lección? ¿No ha sido suficiente? — llevó su mano a mi mentón—. Sé buena y quizás algún día te lo ganes, aunque acabas de perder varios puntos debido a esto que hiciste hoy.
Rogarle no serviría de nada. Sé que seguirá negándose y puedo provocar otro castigo más y no podría soportarlo.