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63.4% Alma Negra / Chapter 123: 123

Capítulo 123: 123

—Llevaremos a todos al yate— les dije.

—¿Están seguras de haber acabado con todos los que estaban ahí fuera? — preguntó Kwan.

—Sí, Kwan— respondió Alexa.

—No tenemos mucho tiempo. Vámonos— volví a levantar al viejo, y todos salimos de la casa.

El desastre que había afuera me hacía enojar más de lo que ya estaba. Miré a Daisy y ella desvió la mirada. Es que deberé darle una lección que la haga obedecer, que para la próxima vez lo piense bien antes de hacer todo lo contrario a lo que le ordeno.

Subimos al yate y sentamos a cada quien solos. Kwan se encargó de buscar una soga en el yate para amarrar a las dos mujeres que faltaban.

—No tenemos nada más que hacer aquí. La noticia llegará a los oídos de los Roberts, y no creo que sepan que fuimos nosotros. Tienen tantos enemigos, que no sabrán quién de todos pudo haber sido— el ruido del llanto de los niños, y las quejas de las mujeres, me estaban desesperando. Ya quería salir de esto.

—Aún si nos matas, ellos irán detrás de ti. No te olvides de que ya estás en la mira de todos. Tu fin está muy cerca, Alma. Nos encontraremos en el infierno.

—Lo sé, es por eso que acabaré con todos los que traten de tocarme a mí o a mi familia. Que tengan un buen viaje—di la espalda con la intención de salir, pero Daisy me agarró el brazo.

—No pensarás matar a esos niños también, ¿Verdad, John? — la miré molesto.

—¿Y te atreves a preguntar eso?— la encaré—. No trates de interferir, Daisy. Ya bastantes castigos te has ganado hoy, no añadas uno más. Yo no te mandé a venir aquí.

—Este ya se cree tu papá, panterita— comentó Kwan riendo.

—Mira quien habla— murmuró Alexa.

—Soy su esposo, es casi lo mismo. Sal de aquí y espérame en la lancha, Daisy.

—Pero John… — la interrumpí:

—No te atrevas a poner resistencia y no sigas colmando mi paciencia, porque estoy teniendo muchísima contigo. En realidad, no sé de dónde la saco.

—Lo siento, ya me voy— salió del yate.

—Estás siendo muy duro con ella, Almita. Ella solo quería ayudarte.

—Si a ella la matan, tú te conseguirás a otra mujer y te importará una mierda, en cambio ella estaría dejándome a mi y a nuestra hija solos. Pero ¿Qué vas a saber tú de eso? No tienes una sola mujer, no tienes una familia, o un hijo. El día que la tengas, podrás comprender porque soy duro con ella, mientras tanto guarda silencio y no te metas.

—Debería dejarte aquí y hacerte volar con todos ellos, le haría un gran favor a mi panterita.

—¿Panterita?— burló Alexa—. Patético.

—¿Tanto te molesta que no te lo diga a ti?

—No me interesa llamarme como un animal, leopardo marica—Alexa salió del yate.

—Es insoportable esa mujer.

—Es insoportable, pero te le quedas viendo el trasero al salir.

—Una cosa no tiene que ver con la otra.

Salimos del yate y caminamos al muelle. Había otra lancha y un hombre que no conocía. Supuse que era el hombre del que habló Alexa. El sonido de la explosión nos llamó la atención a todos. Miramos en dirección al yate y Kwan se estiró.

—Joder, esto es mejor que el sexo— soltó Kwan riendo—. Misión completada. Tenemos que celebrar esto.

—Debiste esperar a que saliéramos de aquí, un poco más y nos dejas sordos, idiota— le grité.

Miré en dirección a Daisy y estaba sentada en la lancha, dándonos la espalda. Si ella supiera lo que me lastima tratarla así, podría ser que entre en razón. A veces me pregunto cómo demonios tengo tanta paciencia con ella. Tiene esa facilidad de hacerme enojar con ella y conmigo mismo.

—¿Qué te pasa?— le pregunté, tratando de verle la cara—. ¿Estás llorando?

—Felicidades, John. Ya todo acabó.

—No, ahora es que está comenzando. Luego de esto, nuestra vida será más difícil y estaremos más en riesgo. Espero entiendas lo que quiero decir con eso. Hasta que no acabemos con toda esa familia, no vamos a poder estar tranquilos.

—Lo sé.

—Ya quita esa cara. Nos iremos a la casa ahora— acaricié su mejilla, y asintió con su cabeza.

Kwan

—Gracias por haber venido— le dijo Alexa a Óscar.

—Siempre cumplo— sonrió.

—Siempre tratas de volar, aunque no tengas alas para hacerlo— comenté.

—Y tú no comes, ni dejas comer— añadió Alexa.

—¿Y a ti qué te importa lo que haga, Kwan? ¿Por qué siempre tienes que meterte en nuestras conversaciones? Cualquiera diría que tienes celos de que ayude siempre a Alexa.

—¿Por qué tendría celos de que ayudes a esta loca? Eres su hermanito, ¿No? Así como un amigo sin privilegios, donde únicamente puedes mirar y no tocar; mejor dicho, algo así como eternamente friendzoneado— reí.

—Vámonos, Óscar. ¿Qué tal si al llegar nos damos unos tragos? Estoy aburrida de ver a tanto animal cerca— ella le extendió la mano, y él le ayudó a subirse a la lancha.

—Ella no va a ninguna parte— le agarré el brazo, y la halé fuera de la lancha—. No sé te olvide que casi echas a perder nuestros planes por esta pendejada que hiciste. Aún no hemos saldado las cuentas.

—¿No fue suficiente con la bofetada o con el haberme tirado al agua? — me miró molesta.

—No, aún falta saldar las cuentas con carne— agarré sus dos senos, y los froté—, así quizá se me olvida la idiotez que hiciste— Alexa rio, y apretó mis dos manos.

—¿Por qué no le dices a tu panterita que te atienda? Ah, claro, porque ya tiene a su leopardo para que lo haga. Por lo que puedo ver, es un leopardo mucho más capaz, y se nota que debe ser candela en la cama. Lastima que a ti te toca hacer lo mismo que lo que le dijiste a Óscar, mirar y no tocar— me empujó, y se volvió a subir a la lancha.

—No creas que vas a librarte del castigo que te mereces.

—Y tú no creas que voy a seguir siendo tu perrita cada vez que se te antoje. Ya es tiempo de que te consigas a otra con quién pasar el rato, me cansé de esta relación amarga. Te informo que hoy todo se acaba aquí, esa amistad privilegiada, los negocios, en definitiva, todo. Ya me cansé de soportarte.

—¿Tienes que llegar a tanto por esto? Que patética eres.

—Patético eres tú, que estás enamorado de alguien que no le interesas; por eso también soy patética yo, pero eso se acaba aquí. Vámonos, Óscar.

—Parece que se te ha acabado la relación. ¿No harás nada para evitarlo? Ese tipo se lleva a tu mujer y se lo estás permitiendo— dijo John.

—Ella no es mi mujer. Que haga lo que se le dé la gana. Además ¿Qué haces metiéndote en mis asuntos, Almita?

—En realidad no me interesa, pero debo decir que eres muy idiota. Esa mujer se nota que se muere por ti, y tú andas detrás del culo de alguien que ya tiene dueño.

—¿Estás dándome consejos, o lo haces para que deje de mirar a Daisy?

—¿Tanto se nota que lo hago para que dejes de mirar a mi esposa?

—Eres muy fácil de interpretar, cabrón.

—Súbete a la lancha, iremos a buscar a esa loca que te tiene con todos los sentidos alborotados.

—Déjate de pendejadas.

—Muévete o te voy a tirar al agua, cobarde— me empujó.

—¿Qué demonios estás haciendo, imbécil?

—Haciendo una obra de caridad por un imbécil que acaban de abandonar. Muévete.

—¡Vete a la mierda, Alma!

—Me iré, pero tú vienes conmigo, pendejo.


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