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49.48% Alma Negra / Chapter 96: 96

Capítulo 96: 96

Jamás había comido algo tan bueno. Por lo que veo, es buena en todo lo que hace. Antes no me hubiera dado cuenta de esas cosas, supongo que es porque toda mi atención está en ella ahora.

—Voy a bañarme— se levantó de la mesa.

—Gracias por la comida. Cocinas delicioso, linda.

—La comerás más seguido— sonrió, y subió a la habitación

Aproveché y lavé los platos. ¿Quién diría que estaría haciendo esto?

Al terminar, que tardé un tiempo, subí a la habitación y Daisy estaba en toalla sentada en el borde de la cama.

—Creo que subí en un mal momento — la miré, y sonrió.

—Ya puedes usar el baño. Voy a secar mi pelo ahora.

Será mejor que entre al baño, antes que haga otra cosa. Entré a bañarme y me tomé algo de tiempo debajo del agua. Al salir, Daisy no estaba en la habitación. ¿A dónde pudo haber ido? 

Me quité la toalla y busqué la ropa que iba a ponerme, cuando escuché la puerta del cuarto.

—Creí que me habías abandonado— comenté, aún de espalda a ella.

Ella no respondió y me estuvo raro, así que la miré. Estaba en medio de la habitación en una lencería color púrpura, una tela tan fina y transparente, que podía ver su cuerpo a través de ella. La antena captó rápidamente la señal que le estaban enviando, fue tanta señal que hasta mi cerebro se fue en blanco. Me quedé en silencio mirándola y analizando cada parte de ella. Tenía su pelo suelto y su mano sujetaba la suave tela, tratando de taparse un poco la ropa interior, pero ya lo había examinado todo. Su expresión tímida, acabó por matarme.

—¿Te gusta? — desvió la mirada y fue otro golpe más.

—Date una vuelta — me acerqué y ella la dio.

Tragué saliva al ver su voluptuoso trasero con esa tanga tan ajustada. Siempre la había querido ver así. Hasta mi corazón quería salirse del pecho.

—Si tu intención era acabar conmigo, lo has logrado. Te ves perfecta y exquisita— la sujeté por la cintura—. No sabes cuántas cosas te haría en este momento.

—Calmado, cielo.

—¿Me estás pidiendo calma luego de alborotar cada hormona en mi cuerpo y hacerme babear doblemente?

Daisy sonrió.

—Te dije lo que quería hacer hoy.

Recordé lo que había dicho en el Jet y la miré.

—¿Qué haremos?

—Quiero que aguantes un poco más y te controles. El sexo no es sólo ir directo al grano y ya. Hoy quiero que tomemos un tiempo y conozcamos cada parte de nuestro cuerpo. Nada de ir directo a eso.

—¿Eso qué significa?

—Que aún no vas a comer, lindo.

—¿Eh? ¿Tú me estás diciendo que vas a ponerle una presa al león, y pretendes que juegue con ella y no se la coma?

—¿Qué hay de malo en que quiera relucir tu lado romántico?

—Lo único relucido en este momento es lo que tengo entre las piernas— suspiré—.  Lo siento, me alteré.

—Deja el drama. Ese siempre está reluciendo. Quiero conocer una parte nueva de ti, John.

—Esto es muy cruel. Me siento engañado y utilizado.

—No es tan malo.

—El tan es lo que lo daña. ¿Sabes lo que es ver todo ese monumento delante de mí y no atacarte? Tengo autocontrol para algunas cosas, pero no para esto. Esto es un abuso, acabas de dañar mi mente.

—Necesito que tengas un poco de autocontrol y tomes el tiempo de preparar el material. No todo es meter y ya. Ya sé que estás acostumbrado a eso, pero quiero que tengamos una terapia sexual hoy.

—¿Estás diciendo que no estás satisfecha en como te caliento? Me siento insultado.

—No he dicho eso, pero quiero que hagamos algo distinto; algo que creo que deberían hacer y practicar todas las parejas.

—Las demás parejas me importan un huevo, tú eres quien me importa ahora.

—Entonces serás bueno y vas a complacerme, ¿Verdad? Quiero poder tocar tu cuerpo sin necesidad de que te sientas incomodo, y que podamos disfrutar los dos plenamente de esto.

Me prometí que iba a complacerla en todo y que sería comprensivo, pero esto es complicado. Estoy hasta sudando. Está mujer me tiene acelerado con solo verla.  

—Aceptaré hacerlo, pero con una condición.

—¿Condición?

—Quiero verte en cuatro patas. Ese espectáculo no me lo pierdo ni amarrado.

—Estúpido, no digas esas cosas tan repentinas.

—Yo digo lo que quiera. No puedes quejarte, cosita hermosa. Ahora debes aguantar mi forma de ser y de decir las cosas, es lo menos que puedes hacer luego de pedirme algo como esto, en una situación tan crítica cómo está. ¿Sabes lo duro que me tienes?

—Ya cállate. Eres un grosero y un pervertido.

—Ah, pero que buenos orgasmos tienes cuando te hablo así y estás a punto de correrte.

—No tienes remedio — su rostro se puso algo rojo y no pude evitar reír.

Quizás esto si sea divertido.


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