Lisa
—No seas terco, debes quedarte acostado. No puedes caminar más de la cuenta. Te puedes lastimar.
—Necesito recuperarme ya.
—Eso te va a empeorar. Déjate cuidar, Akira.
—Te estás esforzando mucho y no tienes que hacerlo por mí.
—¿Acaso no fue lo que juramos? Me gusta poder cuidar de ti. Quiero seguirlo haciendo. Deja de ser tan orgulloso.
—Lo siento, es solo que estás embarazada y no quiero que te esfuerces demasiado por mi.
—Permíteme estar a tu lado y poder cuidarte, o es que, ¿acaso quieres que una enfermera sea la que te atienda?
—¿Tal parece que mi corderito está celosa? Si ese es tu miedo, te digo que no es así; aunque pensándolo bien, deberías de verte muy bien vestida de enfermera.
—Tal parece que has estado pensando solo en eso últimamente, Akira.
—Teniéndote cerca luego de tanto, ¿no crees que es normal, corderito?
—Iré por algo de comida. No has querido comer ni un bocado de la comida de este lugar. Te entiendo, es muy mala —Akira me sujetó la mano, evitando que pudiera irme.
—No evadas el tema —me besó desprevenidamente. Me ha tomado con la guardia baja.
—Quiero que comas algo.
—Te quiero comer a ti.
Tocaron la puerta y era la enfermera.
—Permiso— entró a la habitación para traer las medicinas de Akira.
Me solté de su mano y me alejé, esperando que Akira se las tomara.
—Akira, vuelvo enseguida — aproveché ese instante para ir a comprar algo de comida y salir de la habitación.
Me encontré con Keita y Mr. Jefferson a la salida. Me quedé helada al ver a Keita. Pensé que Mr. Jefferson no quería que supiera sobre Akira. ¿Por qué lo trajo aquí? Mr. Jefferson fijó su mirada en mí y bajó la cabeza para entrar a la habitación, mientras que Keita se quedó observándome. Su mirada me causó algo de lástima. Parecía algo triste; todo lo que ha pasado con Akira no ha sido fácil. Seguí mi camino a la tienda del hospital.
Akira
—Ya traje el encargo. Tengo que atender unos asuntos, dejaré a mis hombres cerca por si los necesitas— dijo Mr. Jefferson.
—Gracias, Jefferson. ¿Puedes dejarnos solos, señorita?—le dije a la enfermera.
—Permiso—la enfermera y Jefferson salieron de la habitación.
—Tanto tiempo sin verte, Keita.
—Señor, quiero pedirle disculpas—Keita bajó la cabeza.
—¿Por qué?
—Por pensar que estaba muerto y huir con la señorita.
—Hiciste bien. La seguridad de mi mujer era lo más importante.
—Pero pude haberlo salvado yo— levantó la cabeza.
—Dejemos las formalidades, Keita. Te llamé aquí, pero no fue para tus disculpas. Dime una cosa, ¿Has notado algo extraño en los últimos días?
—Algo extraño, ¿cómo qué?
—No sé, esperaba que me dijeras tu. Entre los empleados o quizás antes de la boda. ¿Hablaste con alguien más sobre mi matrimonio?
—No, señor. Solo invité a las personas que me ordenó invitar. ¿Por qué me hace estas preguntas? ¿Está dudando de mi?
—No creo que seas idiota para traicionarme y menos conociendo lo que le hago a los traidores. Te he considerado parte de mi familia, tanto a ti como a tu padre. Les brindé todo lo que pudieron desear; un hogar cuando se quedaron en la calle, comida cuando se estaban muriendo de hambre. Cuando perdieron todo, ¿quién estuvo para ayudarlos?
—Usted, señor.
—Tu padre dedicó todos sus años a trabajar para mí. ¿Tú estás dispuesto a superarlo?
—Sí, señor.
—Entonces ¿Me dirás lo que pasó? Solo tú y yo sabíamos de ese lugar. ¿No crees que es muy obvio lo que está pasado aquí?
—¿Qué está tratando de decir, señor?
—¿Quieres que sea más directo?
—Sí, porque no entiendo nada.
—Quiero saber la razón detrás de tu maldita traición, eso es lo que quiero saber.
—No sé de qué habla, señor.
—Odio las mentiras y más si viene de alguien que consideré parte de mi familia. ¿Me dirás, Keita?
—No lo he traicionado, señor. No puedo creer que después de tantos años desconfíe de mí.
—Sé cuando mientes; sueles desviar la mirada porque sabes que ya te conozco y puedo ver detrás de ti. No quiero matarte, Keita. Sería desafortunado luego de todo lo que hizo tu padre por ti.
Hizo silencio y bajó la cabeza.
Lisa
Solo espero no interrumpir nada. No quiero que su comida se enfríe. Será mejor que la deje y me vaya. Toqué la puerta y hablé:
—¿Se puede?
—Entra, lisa—respondió Akira.
—No voy a interrumpir mucho. Aquí te dejo tu comida, procura comer…—Keita me sujetó el cuello.
—Keita, ¿qué haces?— quise quitar su mano de mi cuello, pero me apretó con más fuerza.
—¿Acaso has perdido la cabeza, Keita? Suelta a lisa —Akira se levantó de la camilla como pudo e intentó acercarse lentamente.
—Keita, suéltame, ¿Qué crees que haces?—forcejeaba con su brazo para que me soltara, pero me estaba sujetando muy fuerte.
—Creo que ya respondiste la pregunta, Keita—dijo Akira mirando a Keita.
—No te muevas más, Akira. Ese maldito truco conmigo no va. Un paso más y te mataré.
—Estas entre la espada y la pared. ¿Aún en esta situación no me dirás a la cara el porqué me traicionaste? Eres un cobarde.
—Cállate, infeliz. Tú y tus malditas órdenes me tienen harto—Keita sacó un arma y le apuntó a Akira.
—Keita, por favor, no lo hagas —le supliqué en lágrimas.
—No digas nada, ahora vamos a poder irnos juntos. Te sacaré de las manos de este abusador que te destruyó la vida a ti y a tu hermana.
—Te lo suplico, no le dispares. Hago lo que quieras, pero por favor, no lo hagas.
—No tiene caso intentar recapacitar con alguien como él, lisa —dijo Akira.
—Cállate, imbécil. Debiste haberte muerto. Debí haber sido yo el que te disparara, así no hubiera fallado.
—Baja el arma, por favor, te lo ruego. No le apuntes a Akira—le supliqué.
No quise moverme ni intentar nada, tenía miedo de que le disparara a Akira. No quiero perderlo otra vez.
—Me iré contigo, pero deja a Akira fuera de esto.
—No te quiero lastimar, pero este imbécil no merece vivir.
—¡Por favor, vámonos de aquí! —mi cuerpo estaba temblando del miedo.
—No podrás llegar muy lejos y menos teniendo a mi mujer de carnada. ¿No te da lastima ser tan cobarde?
—No entiendes nada, ni me importa que lo hagas. No dejaré que te le acerques. No le harás más daño a lisa.
—¿Así que de eso se trata? ¿Te enamoraste de mi mujer? ¡Que patético!— rio.
La mano de Keita estaba temblando al escuchar esas palabras de Akira.
—Keita, detente. Vámonos de aquí, aún tenemos tiempo.
Tengo el teléfono que Jefferson me dio, puedo hacer que me rastreen donde quiera que me lleve, pero tengo que sacarlo de aquí, antes de que le haga algo malo a Akira.
—Keita, vámonos juntos— dejé de forcejear e intenté calmar mis nervios.
Le dediqué una mirada a Akira intentando hacerle entender que tenía un plan y al parecer Akira entendió, aunque no parecía de acuerdo.
—¿Te irías conmigo, lisa?
—Sí, pero deja a Akira. Salgamos de aquí.
—No hagas ninguna estupidez, lisa. No quiero lastimarte — me pidió Keita.
—No lo haré, lo juro, solo vámonos —Keita me soltó el cuello y caminamos hacia la puerta.
Keita continuaban apuntándole a Akira.
—Me las pagarás. Espero no te olvides de eso —dijo Akira en un tono amenazante.
Keita no respondió, se quedó en silencio y abrió la puerta. Había dos hombres de Jefferson que apuntaron a Keita al salir, pero Keita me usó de carnada. Al lograr salir por la puerta, le disparó a los dos.
—Ven por aquí, lisa. Hay que salir de aquí antes de que venga la policia —me agarró el brazo y me hizo correr por el pasillo hacia las escaleras.
Me lastimé el tobillo bajando las escaleras tan rápido.
—Detente, por favor—le dije sentándome en la escalera y tocando mi tobillo.
—Lo siento, lisa. Al salir de aquí voy a curarte, pero ahora hay que seguir —me extendió su mano y me levantó.
Seguimos caminando un poco más lento, no solo para ganar tiempo, sino porque realmente me dolía mucho.
—Casi llegamos, solo aguanta un poco más — pude ver varios hombres de Jefferson corriendo en dirección al camino por donde habíamos pasado.
Pudimos salir de la clínica. No quise intentar nada estúpido, no quiero arriesgar la vida de Akira, ni mucho menos la de mi bebé.
—Me duele mucho, Keita— mi tobillo lo tenía más lastimado por correr tanto.
—Perdóname, lisa. Encontremos un auto — guardó el arma mientras forzaba la ventana de un auto.
—No planeas robar ese auto, ¿Verdad? —la respuesta era obvia, pero solo quería entretenerlo, pero de nada sirvió.
No respondió la pregunta y logró abrir la puerta. Me cogió en sus brazos y me metió en el auto. Logró encenderlo con los cables.
—¿A dónde vamos, Keita?
—A un lugar donde nadie nos moleste y pueda hacerte feliz, lisa.
No entiendo su actitud y el porqué me trata tan diferente. Akira dijo que Keita lo traicionó y aún no entiendo la razón.
—Keita, ¿Por qué Akira habló de una traición?
—No hablemos de eso ahora, solo vamos a llegar a nuestro lugar para curarte.
—¿Por qué no vamos a donde me llevaste el otro día?
—¿Por qué quieres ir ahí?— preguntó dudoso.
—Quisiera buscar mis cosas—le dije con la intención de que fuera, ya que es el único lugar que Jefferson conoce y él no lo sabe.
—Te puedo comprar ropa en otro lugar, pero no iremos allá.
Mierda, ¿qué se supone que haga ahora?