Humanos contra demonios.
CAPÍTULO 61
Estoy acostado sobre la cama de mi habitación, al lado de mí está Nirfa y Daniela dormidas. Daniela está abrazando a Nirfa mientras duerme. Qué lindo. Parece una madre con su hija.
Es de madrugada, creo que son las 6 o 7 de la mañana… Los relojes existen en este mundo, ahora que no tengo teléfono, supongo que debo conseguir un reloj.
Abro los ojos poco a poco… Ah… Llevo así 5 minutos… Abro los ojos y los vuelvo a cerrar para dormir… Los abro y cierro… Debo levantarme… Ah… ¿Por qué heredé la flojera de mi padre?
Bostezo y me quito las sábanas.
Solo estoy usando un pantalón… Me da vergüenza dormir sin camisa al lado de una chica, pero estoy más cómodo.
Me levanto de la cama y comienzo a temblar de frío.
S-sí... E-es demasiado temprano... ¡Es cierto, yo no me quité la camisa! ¡¿Por qué me la quitaron si hace tanto frío?!
—H-hace f-frío… ¿P-por qué m-me quitaron l-la ropa?
Camino hacia el ropero de mi habitación.
No me importa que haga frío, no debo descuidar los ejercicios. Debo entrenar. No debo decepcionar a Dios.
—D-debo c-correr…
Abro el ropero y me doy cuenta de que está completamente lleno de ropa.
... Tanta ropa...
—V-vaya, vaya…
... Nunca había tenido tanta ropa en mi vida... No me gustaba que mi abuela me comprara ropa nueva. Solo me compraba ropa nueva cuando ya no me quedaba mi vieja ropa.
No quería que ella hiciera gastos innecesarios. A mí no me importa usar la misma ropa siempre.
Veo que hay un pantalón blanco que se ve muy suave y caliente.
Parece ropa deportiva.
La tomo y me acaricio la cara con el pantalón.
—Es suave…
Sí, definitivamente es ropa deportiva.
Comienzo a estirar el pantalón.
—Y es elástico…
Veo que hay una camisa negra que se ve igual de suave y la tomo.
—Se siente igual que el pantalón… Genial.
Abro uno de los cajones del ropero y veo que está lleno de ropa interior de hombre y de mujer... ¿De quién será la ropa interior de mujer? Pensé que esta era mi habitación.
—Vaya, vaya…
Abro el otro cajón y está lleno de calcetines y medias largas.
—Perfecto…
Veo unos tenis verdes debajo del ropero.
—¡¿Unos tenis?!
Los tomo y los observo.
—V-vaya, vaya...
Son lindos... Y huelen bien... Muy bien.
... Ah... Esto me trae lindos recuerdos.
... Tanta ropa... Una cama cómoda... Comida deliciosa... Mi vida cambió.
Bajo la mirada y unas lágrimas salen de mis ojos.
—Mi vida realmente cambió… Cambió demasiado…
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(Tiempo atrás.)
Siempre he vivido en la pobreza... Y, sinceramente, casi no me importaba... Yo era muy feliz con mi abuela... Y eso era lo único que me importaba.
Mientras mi abuela sea feliz, yo lo seré.
Nunca me importaron las burlas de los chicos. Mi abuela hacía todo lo necesario para darme comida y pagar mis estudios. ¿Por qué debería avergonzarme de ella? Mi abuela es mi orgullo.
Ella es la persona más amable que he conocido... Y siempre se ha preocupado por mí.
—¡Abuela!
Yo, de 10 años, entré a mi casa y me acerqué a mi abuela, que en ese tiempo era una anciana con el cabello blanco por las canas, usaba lentes negros, pues su vista era muy mala, ella estaba un poco gorda, pues la edad le afectó, y usaba vestimenta de sirvienta, pues ella trabajaba para una familia rica.
Yo estaba usando unos tenis algo rotos y sucios. Ya no podía seguir usándolos, pues eran incómodos de usar. Realmente necesitaba unos nuevos.
—¡Abuela, abuela, necesito otros tenis, los míos ya se me rompieron por completo! ¿Me podrías comprar unos nuevos?
Mi abuela volteó a verme y me sonrió.
—Claro, mañana te los compraré.
—¡Gracias!- Dije sonriendo.
Mi abuela observó el anillo que usaba en su dedo... Ella hizo algo bastante lindo por mí... Y por eso es la persona que más amo.
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Al día siguiente.
Mi abuela me entregó una caja.
—Toma, tus nuevos tenis.
—¡Gracias, abue…!
Me di cuenta de que ella ya no tenía su anillo.
—¿Y tu anillo?
—¿Mi anillo…? No me gusta mentirte, así que te diré la verdad… Lo vendí para poder comprarte tus tenis.- Dijo sonriendo.
—P-pero… A-abuela, e-ese a-anillo t-te l-lo h-había d-dado m-mi a-abuelo…- Dije con lágrimas en los ojos.
Estaba tan triste y nervioso que no podía evitar tartamudear.
Mi abuela me acarició la cabeza.
—No te preocupes, con tal de verte sonreír, haría lo que fuera por ti.
—A-abuela…
La abracé con fuerza.
—¡Gracias, abuela, gracias!- Dije llorando.
—De nada, Dani.- Dijo acariciando mi cabeza.
Ella definitivamente es la persona más importante para mí.
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(Presente.)
—Ah... Recordar eso me pone demasiado triste...
Salgo de mi habitación, estoy usando el pantalón blanco, la camisa negra y los tenis verdes... Me siento como un deportista... Me siento cómodo.
—Debo correr hasta que ya no pueda seguir corriendo…
Cierro los ojos y suspiro.
—Correr hasta que ya no pueda…
Abro los ojos y sonrío.
—¡Vamos, Daniel!
Bajo por las escaleras rápidamente.
Bajo a la sala y veo que todo cambió.
Hay un enorme sillón blanco, una alfombra negra, una mesa pequeña frente al sillón, una estantería que está llena de botellas de vino y figuras de cristal.
En la pared hay armas, como espadas, escudos, lanzas, guadañas, cuchillos, etcétera.
—Se volvió más lindo…
—D-disculpe…
Volteo a mi derecha y veo a una chica. La chica usa un vestido de sirvienta, tiene la cabeza de mosca, pero el cuerpo de una mujer... Ah, creo que la recuerdo.
—Hola… S-soy la sirvienta.
—Sí, lo sé… ¿Qué haces aquí tan temprano?
—B-bueno, a esta hora empiezo a trabajar.
Mmm... Es demasiado temprano... No creo que sea necesario.
—Me parece mal, debes descansar. A partir de hoy, trabajarás a partir de las 10 de la mañana.
—¡¿En serio?!
De hecho, no necesitamos una sirvienta, pero no quiero despedirla, tal vez tenga una familia que alimentar.
—Sí, no te preocupes… Y tampoco trabajes tanto, trabaja unas cuatro horas, no te preocupes… Bueno, debo irme. ¿Me podrías hacer un favor?
—¡Claro!
—Si mi abuela o mis compañeras preguntan por mí, diles que me fui a entrenar.
—¡Claro, lo haré!
—Buenos días y adiós.
Salgo de la casa y me doy cuenta de que estamos en una casa que está en medio de un valle verde.
... ¿Estamos en otro lugar?
—¿Eh?
Me alejo un poco y veo que nuestra casa es de tres pisos y es enorme. Es de color rosa y está adornada con plantas.
—¿Una nueva casa…? ¡Es enorme, genial!
Respiro profundamente.
Ah... La naturaleza y el aire limpio... Tan diferente a mi mundo.
—Y huele bien… Bueno, a entrenar.- Digo sonriendo.
No puedo perder más tiempo. ¡Debo entrenar y volverme fuerte, no quiero ser un inútil!
Ya me derrotaron una vez, y no quiero que me humillen de nuevo.
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Un chico con el cabello rosa y corto, que usa una camisa blanca y un pantalón negro, observa a Daniel desde lejos. Tiene pupilas con forma de corazón rojo.
—Ya despertó… Supongo que debo presentarme.- Dijo sonriendo.
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