Después de la llamada tan extraña que tuve con Edward intenté dormir pero no pude, así que me levanté para abrir la ventana y luego me acosté de nuevo esperando que no lo tomara muy en serio y que no cumpliera. Le pedí que viniera por un impulso, en ese momento estaba asustada hasta de mi propia sombra y no pensaba con claridad, pero ahora sólo puedo pensar en que fue una muy mala idea.
Quince minutos después, cuando estaba escuchando música, él entró a mi recámara de una manera muy silenciosa y la verdad es que ni siquiera noté su presencia hasta que se recostó a mi lado bajo las mantas.
— ¿Estás más tranquila ahora?
— ¡Edward!
— Si no dejas de gritar, tus padres podrían despertarse y pillarnos niña.
— No soy una niña.
— Ya cállate — dijo riendo — ahora que estoy aquí, ¿Ya puedes contarme más sobre tu sueño?
Así lo hice, le conté mi sueño con todo y detalles y al terminar él me envolvió entre sus brazos cálidamente para consolarme.
— Entonces sí que fue un mal sueño.
— Sí. — dije soltando un suspiro.
— Deberías intentar dormir — dijo besando mi cabeza — estoy contigo y no voy a dejar que nada malo te pase.
— Pero no puedes controlar mis sueños. — dije un tanto preocupada.
— No, pero te puedo consolar las veces que sean necesarias.
— Está bien.
— Vamos, muéstrame una de tus sonrisas de dragón.
— ¡De nuevo estás siendo irritante! — dije riendo mientras apagaba mi lámpara de lectura.
— Perdóname, es que adoro tu sonrisa.
— Está bien. — dije riendo y luego permanecimos en silencio por un par de minutos antes de que yo volviera a hablar — Edward.
— ¿Sí?
— Gracias por estar aquí.
— Dulces sueños Lizzy.