—Perdón por haber tardado tanto Joel, esas enfermeras... ¿Y esa sonrisa?
—Ah... ¿Sonrisa? yo no tengo ninguna sonrisa.
—Uy pues se nota que no la tienes, ¿Vino la chica a verte no es así?
—¿Cómo lo supiste?
—Hijo, no olvides que soy tu madre y todo lo que piensas o sientes puedo saberlo.
—¿A eso no se le llama brujería?
—Me ofendes.
—Jajaja lo siento mamá.
—¿Tienes hambre?
—La verdad sí, demasiada.
—Bueno, les diré a las enfermeras que traigan algo de comer.
—Claro.
Mi madre y yo comimos, me interrogó sobre Cherry, a lo que obviamente no le dije la parte del jardín porque si no se pondría como loca y al notar que estaba haciéndose tarde decidí dormir.
—Descansa cariño—mi madre me arropó y me dio un beso en la frente.
—Descansa mamá—cerré mis ojos y me dediqué a descansar.
Pasaron una, dos, tres horas y no podía dormir, fui por una, dos, tres tazas de té pero nada funcionaba, a veces envidiaba a Joel ya que él dormía con bastante facilidad, y no, no era por su enfermedad, él siempre fue así, o tal vez su enfermedad influía, a decir verdad nunca me costó tanto dormir desde que tengo memoria, pero tal vez un mal presentimiento no me dejaba dormir, salí un rato, charlé con una enfermera sobre las largas y tediosas horas de su trabajo, fui por comida, vi un rato la tele, si pudiera contar todas las cosas que hice, creo que supero más de cien actividades en pocas hora. Volví a sentarme en el sillón, recargué mi espalda y cerré mis ojos, y por fin, estaba funcionando, eso era más que perfecto, pero mi pronto sueño fue interrumpido por una llamada entrante.
"Dan"
Al ver ese nombre en el teléfono rodé los ojos y decidí no contestar, volviendo a la posición en la que me encontraba lista para dormir, pero nuevamente una llamada interrumpió mi sueño, frustrada por ver el mismo nombre contesté el teléfono.
-—¿Qué quieres Dan?—dije con un tono realmente molesto.
—Tranquila preciosa, no te molestes.
—No me digas preciosa y dime de una vez qué es lo que quieres.
—Bueno, bueno, sólo quiero avisarte que voy de camino al hospital, ya sabes para charlar un rato como en los viejos tiempos.
—¡¿Qué?! ¡¿qui-quién te dijo que podías venir aquí?!
—Te veo en cinco minutos afuera del hospital.
—N-no yo—y cuando le iba a reclamar colgó, no me dejó contestar e ignoró como siempre mis reclamos, no lo pensé más, me puse otra ropa y bajé lo más rápido posible. Y ahí estaba con esa sonrisa boba y sus tontos regalos, no cabía duda "como los viejos tiempos".
—Hola—alzó su mano y me dio el ramo de flores que sostenía.
—No quiero tus tontas rosas Dan—crucé los brazos y le dediqué una mirada llena de frialdad.
—Linda, por favor acepta éste humilde obsequio
—¿Qué haces aquí?—lo interrumpí.
—Sólo quería saludar y charlar un rato contigo.
—¿Y tú crees que estoy en condiciones de charlar contigo? ¿Qué sigue? ¿Ir pon un helado mientras paseamos por la playa?
—Oye, sé que sigues molesta conmigo y que no quieres saber de mí, pero, ¿Quién está contigo para brindarte apoyo? eso es lo que quiero, apoyarte.
—Si quieres apoyarme, ¿Por qué sigues molestándome?—dije al borde de las lágrimas pero no iba a demostrar debilidad frente a él
—No te molesto, te apoyo, y ésta es una de las razones, sólo me evitas, y te pones a llorar cada vez que quiero hablar contigo, sí pasaron muchas cosas en el pasado, pero aprende a soltarlas ¿Sí? dejemos de pensar en lo que sucedió y acepta mi apoyo.
—De acuerdo, pero no te quiero cerca de mi hijo.-Suspiré cansada y él me miró con gran confusión.
—¿Por qué? no es como si le fuera a hacer algo malo
—Por favor Dan.
—De acuerdo—rodó los ojos y me tendió la mano para estrecharla con la mía.
—¿Es necesario hacerlo?
—No hay trato si no lo haces—hice una sonrisa de lado y estrechamos las manos, "como en los viejos tiempos", antes de que todo esto pasara, antes de sufrir y llorar por todo, antes de ser infeliz todos los días de mi vida.
..
Flashback
London 1984
Época de los años ochenta, años alocados para ser precisa, era el mes de diciembre, sí lo sé, era invierno y la nieve no paraba de caer, recuerdo haber estado en la ventana, y empezaba a notar que tenía una gran obsesión por observar ventanas y los hermosos paisajes que brindaba, a pesar de que era la calle, no me importaba, ver que la nieve cubría mi jardín era más que suficiente para sentirme feliz.
—Hija tu padre y yo iremos a arreglar algunos asuntos, así que ya sabes, la niñera se encargará de ti—observé a mi mamá y la abracé junto con mi padre, y cuando ellos se marcharon me dirigí hacia mi cuarto, saqué las muñecas que se encontraban en mi ropero y así se pasó la tarde.
Acabé de cenar y me fui a lavar mis dientes, pero tan pronto como acabé escuché un gran portazo, asustada bajé de mi banquito que me ayudaba a alcanzar el lavadero, y después fui a las escaleras, en eso vi a la niñera correr y seguido de eso vi a mi padre jalonear bruscamente a mi madre.
—¡Entonces pienso que es lo mejor!—gritó mi padre agitando los brazos.
—¡Pues bien, lárgate!
Mi madre suspiró y se sentó en el gran sillón de la sala.
—Mami, ¿Estás bien?
—¡No te quiero ver aquí, vete!
Asustada corrí a mi habitación, subí a mi cama y comencé a llorar, no sabía lo que pasaba, quería a papá, quería despertar de aquella pesadilla, pero lo peor era que eso era la realidad, una triste realidad que pronto iniciaría y me consumiría poco a poco, sin darme cuenta.
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