Sin duda, para llegar a ese punto, Sheyan había confiado en su trabajo personal, en sus meticulosos poderes de deducción y en algún golpe de suerte. Eventualmente se las arregló para salvar los pedazos de contenido que el Pequeño Lord Fokke había arrancado del diario.
Incapaz de contener su alegría, miró hacia arriba y se rió. Con esa medicina de hierbas, Sheyan estaba cien por ciento seguro de que cualquier cosa que el Pequeño Lord Fokke hubiera logrado ese año, seguramente sería capaz de hacerlo e incluso de mejorarlo aún más.
A partir de allí, naturalmente solo quedaba una palabra: ¡Desnudarse!
Sus siguientes acciones desconcertaron a Mbenga. Ese fornido negro vio como Sheyan se desnudaba, e incluso procedió a bajarse la falda de paja. En su pánico, Mbenga se agarró a sus regiones bajas y gritó amargamente.
Después de resolver finalmente ese malentendido, los dos humanos empezaron a untarse el bálsamo de hierbas de Tigfog en la espalda.