Hércules no volvió a pronunciar mi primer nombre al frente de extraños. Solamente me agarró del brazo y me apretó contra su cuerpo y pegó un salto hasta llegar al borde de una abertura por donde podríamos salir de ahí.
Les dirigí una última mirada a la escena que se iba a producir antes de que desapareciéramos. Les dedique una leve sonrisa a esos dos que habían venido a rescatarnos.
Al salir hacia afuera y sentirme nuevamente libre de la prisión y de la recuperación de mis recuerdos, me estiré como un gato. Sentí como todos los miembros de mi cuerpo estaban contraídos y gritaban de dolor al ser tensados.
Hércules se relaja un poco y suelta un gran suspiro.
Lo miré y me quedé mirando como su cuerpo se pegaba más a su camiseta azul. Sentí como un fuego interno empezaba a querer controlar todo mi ser. Mis mejillas se tiñeron de rosa escarlata y tuve que dejar de mirarlo para apagar las llamas del deseo que sentí por él.
Hércules se dió cuenta de mi cambio de mi pulso sanguíneo y de la débil dificultad que tenía para respirar. Se sorprendió que estuviera con ganas de hacerlo, después de una situación medio traumante.
Él también sintió algo de deseo al ver que me estiraba y mostraba mis hermosos pechos a través de la blusa que me había puesto.
-- Becca-- me llama.
Elevé la mirada para encontrarme con la suya y se acercó despacio hacia a mí.
Apoya ambas manos alrededor de mí, como si yo realmente quisiera evitar esto. Acerca su rostro más al mío hasta que solamente una hebra de pelo separaba a nuestros labios.
-- Tócame-- pide, pero era una orden camuflada.
Mis manos empiezan a tocarlo torpemente. Primero empiezo con sus brazos y luego voy avanzando por sus hombros.
Hice trampa, me incline hacia su cuello y con mis labios le besó la piel. Le pasó la lengua por la vena que empieza a aparecer.
Mis manos retoman por donde lo habían dejado. Llegó hasta el borde del final de la camiseta y mis dedos entran para tocar su piel, no le había pedido permiso. Con las yemas de los dedos, tocó sus pezones. Escuché como empezó a contener los suspiros de placer.
En vez de tocar su carne por arriba de la ropa, logré atravesar ese impedimento y lo toque.
Sentí como él intentaba parar lo que él había provocado, pero se lo impedí.
Lo besé en la boca hasta vencer la poca resistencia que él tenía en ese preciso momento.
Me detengo por un momento, y lo miré a los ojos:
-- Hazme tuya ahora-- exigí.
No hacía falta que se lo dijera dos veces.
Me bajo los pantalones de un sólo tirón y los suyos. Puso mis manos en contra la pared, hizo que arqueara un poco la espalda. Entreabrió un poco mis piernas, lo que más que pudo y luego me penetró de un sólo golpe.
-- Hércules-- lo llame varias veces, sintiendo que no había nada mejor que estar de esta manera con él.
-- Becca-- también me llamo.
Pegué mi espalda en contra de su pecho y él con una de sus manos grandes agarra mi mentón, lo hace girar unos cuarenta y cinco grados. Coloca sus labios sobre los míos y así quedamos ambos cuando llegamos al clímax.