Solo después de ver que el hombre del manto negro salió del salón, satisfecho con los ingredientes en su mano, Ya Fei pudo relajar sus hombros finalmente. Su cuerpo estaba acurrucado sobre la silla, haciéndola parecer un zorro encorvado. Esta posición letárgica suya tenía un encanto peculiar.
—Este querido señor… es muy atrevido.
Ya Fei dijo con la cabeza pegada al frío espaldar de la silla.
A su lado, Gu Ni estaba frotando su frente, suspirando.
—Cinco dosis de Polvo Acumulador de Qi… Es cierto que él es un alquimista de cuarto nivel, pero ¿su manera de dirigir un negocio no es un poco grandiosa?
Ya Fei asintió y frunció sus pequeños labios rojos antes de burlarse de sí misma.
—Pensé que podría soportar su presión, pero quién habría pensado…
Gu Ni rio, respondiendo.