El hombre la miró fríamente de reojo. Con los ojos entrecerrados, dijo en voz baja:
—Creo que te equivocas en algo.
Ella se sorprendió.
—¿Qué?
—No es "desprecio" sino más bien "disgusto". Por supuesto, con la excepción de la carne de perro.
Dicho eso, le dio otra mirada significativa. De hecho, sus palabras, conllevaban una pequeña amenaza.
Para ser honesto, él realmente no comía carne de perro; ¡sólo quería asustar a cierta mujer tonta!
Claramente asustada por sus palabras, ella se apresuró a preguntarle: —¿Qué quieres? ¡¿Qué malas intenciones estás albergando?! ¡¿No le harás nada al pequeño Zhezhe?! ¡¿verdad?!
Levantó una ceja.
—Aún no he hecho nada, y aunque me lo coma, ¿qué puedes hacer al respecto?
En su prisa, ella inesperadamente soltó: —¡Maldito! Entonces, ¡te comeré!
El hombre se sorprendió por sus palabras. Luego reveló una burlona sonrisa, pero malvadamente encantadora.