—¿Dónde está ella? —preguntó el viejo hombre casi con voz gutural e intentó tener la atención de la señora Shen, quien estaba ocupada preparando todo para el discurso de cierre de esa noche.
La señora Shen levantó la vista del papel que estaba leyendo y notó lo diferente que estaba el hombre que no había visto en años. El rostro del jefe Sun estaba deteriorado y con arrugas. El traje a medida de él indicaba dinero y refinamiento.
La luz de los candelabros iluminaba la cara cansada y deteriorada y las arrugas que le perforaban la piel a él. La expresión era de frustración y fatiga. El mundo no parecía un lugar para un hombre como ese, como si ya hubiera tenido suficiente. Los ojos indiferentes siempre miraban y observaban todo a su alrededor.
—Jefe Sun, ha pasado mucho tiempo —lo saludó ella. Era consciente de que quería él, pero se rehusaba a satisfacerle la curiosidad.