Si Lu Xinyi era honesta, al menos consigo misma, ella realmente disfrutaba de sus vacaciones, después de toda la mierda y el drama que dejó atrás. No se arrepentía de haberlos dejado e irse sola en este crucero, donde conoció a Shen Yi. Él hizo que estas vacaciones fueran tolerables, pero con todo ese incesante coqueteo, no sabía si podía permanecer con él por más tiempo.
Tarareaba para sí misma, empacando su maleta, mientras su futuro esposo yacía en la sala de estar, trabajando en su laptop.
Ella ya lo había regañado antes por estar trabajando. Estaba de vacaciones, ¿por qué no podía tener tiempo para sí mismo y relajarse un rato?
—¿Lista para irnos? —le preguntóél, sin desviar la mirada de su trabajo.
Ella gruñó, tratando de cerrar la maleta.
—Esta maldita maleta no se cierra.
Con un profundo suspiro, Shen Yi dejó la laptop en la mesa de café y fue a donde ella estaba. Puso sus manos encima de la maleta para evitar que se abriera, mientras Lu Xinyi ponía trababa las cerraduras.
—¡Gracias!
—¿Por qué está tan llena? ¿Trajiste muchas cosas para este viaje?
Lu Xinyi posó los dedos en su larga cabellera y sonrió tímidamente.
—Nop. Traje comida de la cafetería.
—…
—¿Qué? Necesitamos aperitivos para el camino. No me gustaría quedarme atrapada en el tráfico sin comida alrededor —se sonrojó levemente mirándolo.
—Pero acabamos de almorzar, y te comiste mi postre.
—¡Hey! Cuidado con lo que dices. Estoy a punto de ser tu esposa.
Él sonrió ligeramente. Shen Yi había descubierto que podía coaccionarla a hacer casi cualquier cosa siempre y cuando estuviese involucrada su comida favorita. Siempre pensó que las mujeres ansiaban con tener joyería elegante y ramos de rosas, pero con Lu Xinyi solo necesitaba decir que la consentiría con un ramo de papas fritas y un delicioso bistec que nunca había probado antes.
—¿Y qué harás al respecto? Eres muy débil para hacerme daño alguno.
—Oh, ya verás. Ya lo verás —Lu Xinyi posó las manos sobre su cadera—, tienes tanto que aprender de mí, querido esposito.
—Entonces no puedo esperar para que me enseñes —se inclinó a susurrarle al oído—. No olvides que después es nuestra noche de bodas —la provocó.
Tan pronto como llegaran a la ciudad, registrarían su matrimonio en privado.
Ella ligeramente le empujó el hombro.
—¡Ja! ¡lo sabía! Sabía que eventualmente lo pedirías.
Shen Yi regresó a su asiento, seguido de Lu Xinyi, quien se sentó en el reposabrazos.
—No tienes que forzarte si no estás lista. Sé que acordamos que nuestro matrimonio sería verídico en todos los aspectos, pero no me gustaría que hagas algo que no quieres hacer. Con todo lo que pasó en tu relación anterior, no puedo esperar a que te sientas cómoda estando conmigo —dijo en un tono serio sin ningún indicio algún usual de un comentario juguetón.
La mano de Lu Xinyi se reposó sobre su cabello, otra vez. Shen Yi se preguntó si acaso a ella disfrutaba de tocarle el cabello, principalmente para poder provocarla. Sin embargo, decidió no hacerlo. Le gustaba que se lo tocara, de todas formas.
—Hmmm, suena bien. Pero no hay problema. Como tu esposa trofeo, daré lo mejor de mí para no dejarte en vergüenza al casarte conmigo.
—No te subestimes. No eres tan mala como crees ser —Shen Yi reanudó su trabajo y dejó que Lu Xinyi se posara a su lado.
Ella cayó al sofá indecorosamente, con la cabeza contra la pierna de él. Él la miró inquisitivamente, a lo cual ella respondió con una mueca. Le sonrió y observó su cara mientras que él trabajaba seriamente en el computador.
A ella le gustaba la cara de él: la forma en que sus cejas se tejían cuando el estaba absorto en sus pensamientos. Quizá si lo hubiese conocido en otras circunstancias, se habría enamorado en un instante.
¿Acaso se sentía atraída hacia él? Lu Xinyi no negaba que existía una atracción entre ellos, pero no tenía idea de cuán profunda era. No había amor ahí; solo un compañerismo que ambos disfrutaban.
—Deja de morderte el labio. ¿Estás nerviosa? ¿O acaso te arrepentiste del matrimonio? —Shen Yi cerró la laptop y la miró. Ella lo miró de vuelta y rió.
—No, claro que no. Es nuestro último día —suspiró, mirando al techo.
—Sí—afirmóél, mientras que jugaba con los largos mechones de cabellos de Lu Xinyi. Su mirada se veía distante.
—Gracias por ayudarme —le susurró ella. La mirada de él volvió en sí, viendo cómo ella le sonreía—. Sabes, cuando vine a este crucero, estaba destrozada y deprimida. También pienso que mi vida es tan insignificante que la gente a la cual atesoro más me dejan atrás —explicó—. Cuando te conocí en la cubierta, no tenía una idea de qué hacer con mi vida. Gracias por darme una oportunidad para arreglarla.
Lu Xinyi no estaba dispuesta a decirle lo miserable que era la vida a la cual estaba regresando, la dura vida a la que volvería tan pronto como se casaran. Pero con él a su lado, ella no podía pedir por más. Él fue el único que le recordó que importaba.
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—Vamos, Miss Lu, llegaremos tarde.
—¡Espérame! —Lu Xinyi enderezó su vestido veraniego por última vez, recogió la maleta, y siguió a Shen Yi hacia afuera. La brisa marina la saludaba, ella sonreía. Será un nuevo comienzo.
—¿Lista?
—No, no aún. Olvidé algo —cogió algo del bolsillo de su mochila y se lo mostró a Shen Yi. Era un anillo de plata. El anillo que Gong Yijun le había dado hace un año.
Le hizo una torcida mueca a Shen Yi y arrojó el anillo al mar.
—Ahora sí estoy lista —se dijo a sí misma.
Shen Yi le devolvió la sonrisa como si estuviese satisfecho con lo que ella había hecho. Tomó su mano y guió el camino
—Ven, mi querida novia. Tenemos una boda secreta a la que atender.