Esto hizo que Su Qianci se sintiera muy decepcionada. Con el tiempo, no pudo contenerse. Levantó el teléfono y marcó su número. Eran las nueve de la mañana en las Maldivas. A él le tomó mucho tiempo responder la llamada.
La voz de Li Sicheng sonaba somnolienta, como si acabara de despertarse. Su voz era profunda y grave como siempre.
—¿Qué pasó?
Su primera oración no fue "hola", ni "cariño", ni "Sra. Li", sino que un distante "qué pasó".
Su Qianci escuchó la pregunta, y sus ojos de repente se sintieron calientes y húmedos. Su garganta estaba bloqueada por algo que le dolía.
—Li Sicheng —lo llamó ella, sollozando un poco.
Ella no lo llamó "cariño", ni "Sr. Li", sino "Li Sicheng". Rara vez lo llamaba por su nombre completo de esta manera, lo que era un símbolo de su ira o mal humor.
Sin embargo, Li Sicheng solo respondió débilmente.
—Sí.