Rong Rui la miró con calma y sacudió la cabeza, amable.
—No.
—¡No te creo!
Cheng You devolvió el dinero de nuevo y, los dedos de Rong Rui volvieron a deslizarse por las teclas. En realidad, estaba escribiendo una cifra.
¡Din!
Diez millones en su cuenta. Sintió que se ahogaba. Quiso devolver el dinero, pero se dio cuenta de que había llegado al límite de transferencias.
Él la miró, engreído. Sacudiendo su teléfono, preguntó:
—¿No me crees? Puedo hacerlo de nuevo.
—Ya es suficiente...
Ella se sentía tan indefensa que tenía ganas de suicidarse. Nunca habría soñado con encontrarse con alguien tan canalla. Lo peor, era que aquel canalla no era solo capaz, sino también rico.