—¡Lárgate! —ordenó Rong Rui, haciendo un gesto con la mano.
Cheng You estaba estupefacta. ¿Qué quería decir?
Al ver la reacción de ella, él rugió:
—¡Que te vayas! ¡Ahora!
Entonces, Cheng You se puso en pie y huyó. Sin embargo, se dio cuenta de que no llevaba dinero. ¿Iba a volver caminando?
Aunque solo habían tardado veinte minutos en llegar allí en taxi, ese tiempo se duplicaría si volvía caminando. Después de dudar unos momentos en el vestíbulo, Cheng You decidió no volver para pedirle dinero a Rong Rui y volvió a pie.
Cuando llegó a casa, había pasado más de media hora. Cheng You se miró en el espejo de la entrada. Su barbilla estaba ligeramente azul, pero si no miraba hacia arriba, nadie lo vería. Ajustó su postura y llamó al timbre. En el momento de abrirse la puerta, Cheng You vio la cara que acababa de jurarse no volver a ver en su vida.
Al verla, Rong Rui sonrió y avisó:
—Madre, padre, Youyou está de vuelta.