—Te lo explicaré luego. No fue culpa mía. Este hombre me robó el jade que me dio el abuelo y no va a devolvérmelo.
Los ojos de Li Sicheng oscurecieron.
—¿El que dejó la abuela cuando murió?
Mirando hacia otro lado, Li Jinnan contestó:
—De haber sabido que él no tenía escrúpulos, no me lo habría puesto.
Li Sicheng quería estrangularlo hasta la muerte. Había puesto los ojos en esa pieza de jade durante mucho tiempo, pero el abuelo nunca se la entregaría. Li Jinnan la había tenido en sus manos y la había perdido...
Al ver el rostro compungido de Li Sicheng, Li Jinnan se sintió aún más culpable.
—Voy a contar hasta tres. Si no queréis apostar, largaos. No tengo tiempo para ver cómo peleáis —advirtió Lao Jin haciendo un gesto con la mano—. Uno, dos, tres.
—Yo jugaré contra ti —indicó Li Sicheng agarrando una silla y sentándose—. ¿A qué quieres jugar?