A las siete de la tarde, el viejo almacén del este de la ciudad lucía lúgubre y lleno de polvo. Era un lugar casi abandonado. Una vieja furgoneta entró despacio, sin llamar la atención. En la oscuridad, el detective sacó la cámara que había preparado y la conectó al dispositivo remoto de Cheng You.
—La presa está aquí.
—Recibido.
La furgoneta paró de a poco y una mujer cubierta por completo se bajó. Con máscara, sombrero, gafas, blusa de manga larga y zapatillas, caminó lentamente hacia una esquina. Después de unos tres minutos, se oyó un gran ruido de motocicleta. Era una motocicleta de alta gama, a juzgar por su característico ruido. Un hombre se sacó el casco y se bajó de la motocicleta. Hizo un silbido y, al igual que Tang Mengying, no se dio cuenta de que había un detective y una cámara escondida.
—Eh, ¿de qué tienes miedo? Siempre vienes así vestida... Nadie va a reconocerte.
—Déjate de tonterías; ¿dónde tienes el material?