Curiosa, abrió la caja para encontrar un vestido blanco en su interior, y cuando lo sacó, no hubo palabras para describir su hipnotizante belleza. No era exagerado o pomposo, pero sí elegante. En lugar de la crinolina que era comúnmente usada para dar volumen a la falda, este tenía una pieza de material suave sobre otra, y Cati no podía dejar de verlo.
Debía haberle costado una fortuna al Señor. No era que no pudiera pagarlo, pero lo había comprado para ella. Dudaba si lo había comprado de forma impulsiva, pues los vestidos de esta clase solían ser hechos por pedido.
Sin querer arruinar el vestido, tomó un rápido baño, que le demoró menos de diez minutos. Al salir, fue a ponerse el vestido y encontró que tenía un cierre en la espalda. Intentó como pudo, contuvo la respiración para alcanzarlo, pero sus manos no llegaron. Lo dejó abierto y se arregló el cabello, dejando el cierre para el final.